Didier William: cuerpos opacos/futuros espirituales
El artista haitiano estadounidense reflexiona sobre su trabajo reciente así como sobre la colección de arte moderno haitiano de MoMA.
Julián Sánchez González, Didier William
Nov 7, 2023
A partir de este año, el Instituto Cisneros de MoMA dio inicio a un nuevo proyecto de investigación: Vinculando lo sagrado: corrientes espirituales en el arte latinoamericano y caribeño del siglo XX, 1920–1970. Artistas y especialistas de América Latina y el Caribe indagarán sobre la relación entre el arte moderno y la espiritualidad a través de una serie de encuentros, reuniones y publicaciones, con un especial interés en las tradiciones afro-diaspóricas, indígenas, ocultas, judías y católicas.
Como parte de una serie de entrevistas relacionadas con el tema, hablamos con el artista haitiano-estadounidense Didier William. Invitamos a Didier a comentar sobre su trabajo y exhibiciones recientes, así como para reflexionar sobre la colección de arte moderno haitiano de MoMA. En esta conversación, el artista nos invita a pensar sobre los desafíos de coleccionar y exhibir el arte caribeño, incluyendo obras inspiradas por la religión del Vudú. Su visión reafirma y reclama prácticas creativas y creencias espirituales que han permanecido ocultas para su supervivencia, pero que actualmente están siendo valoradas públicamente, tanto en el Caribe como en otras latitudes.
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Traducido del inglés por Ángela Sarmiento Romero.
Didier William. Poto Mitan 2. 2022
Julián Sánchez González: El arte y los artistas haitianos vienen reclamando más visibilidad y espacio en el mundo del arte contemporáneo. ¿Cuál es tu percepción de la creación de colecciones de arte haitiano durante las últimas décadas?
Didier William: Crear este tipo de colecciones nos obliga a preguntar por una afirmación institucional sobre lo que los museos piensan que es el Caribe, y la otredad que se proyecta sobre esta región. Dicho esto, me parece maravilloso e impresionante ver que cada vez más instituciones se interesan en la riqueza de las historias que surgen del Caribe. Pienso en la visibilidad de artistas que hacen obras sobre mitologías, sobre ciencia, geografía y política, lo cual constituye un cambio enorme con respecto a la típica representación de una escena de playa, o de mujeres con grandes canastas sobre sus cabezas, u hombres con machetes cortando caña de azúcar. O, incluso, representaciones de la tierra postcolonial devastada que Occidente suele pensar que habitamos. Hay un amplio espectro en el medio que muestra una compleja humanidad, y que no se centra solamente en la mirada Occidental acerca del paraíso tropical. Siendo alguien que nació en el Caribe, en Haití, pero se crió aquí, en los Estados Unidos, observo lo que sucede con una “haitianidad”, una “caribeñidad” que no se limita a la geografía. ¿Cuáles son las resonancias históricas, mitológicas, personales y tal vez hasta cósmicas que se mantienen y se construyen cuando la nacionalidad y la geografía se eliminan parcialmente? ¿Cómo encontramos alguna especie de verdad en ello? Es alentador ver que los museos empiezan a hacer este trabajo también.
La religión del Vudú está en el centro de las expresiones culturales haitianas. ¿Cómo ha cambiado el entendimiento de esta expresión espiritual?
Cuando mi familia se mudó a los Estados Unidos en 1989, nadie se identificaba afirmativamente como haitiano en el sur de la Florida. Uno simplemente no hablaba del Vudú. Aún hoy, los haitianos conservadores culpan al Vudú por las luchas de ese país. Pero también estamos los que lo vemos como una parte intrínseca y muy íntima de quiénes somos a un nivel celular. El Vudú no puede desligarse de cómo se entiende a Haití y a su historia como la colonia más grande de negros robados del continente africano; un aspecto que fue crucial para el éxito de Haití como plantación de azúcar. Los africanos esclavizados mantuvieron los rituales y el culto que habían traído consigo, y esto les permitió conservar un sentido de comunidad y de identidad colectiva de frente a los horrores de la colonización impuesta por los franceses, los británicos, los alemanes y los estadounidenses. Este fue el camino de la salvación para Haití, así que no se puede borrar al Vudú de la identidad del país y pretender entender lo que es Haití y la trayectoria del país desde 1791, cuando empezó la Revolución.
Esta religión está íntimamente atada a quienes somos, a nivel personal y nacional. Dicha intimidad atraviesa las fronteras colectivas e individuales, y también, en algunos casos, funciona como una especie de repositorio de memoria histórica, familiar y personal, aún después de la muerte. Mi obra Poto Mitan 2, una exhibición reciente del Museum of Contemporary Art North Miami, trata precisamente de esta idea. El cuerpo actúa como el contenedor histórico que construye el poto, o el polo central. Esto normalmente sería algo como un árbol viviente, pero en mi trabajo fue de hecho una torre de cuerpos que flotaban en medio de la exhibición. Para mi familia, así como para muchas familias que han emigrado a los Estados Unidos y a otros lugares en Occidente, el poto mitan ilustra cómo retenemos nuestro sentido del yo, así como nuestro sentido de proximidad con aquellos que han muerto.
Préfète Duffaut. Sin. 1953
La colección del MoMA alberga pinturas y esculturas de mitad del siglo XX de importantes artistas haitianos. ¿Qué tipo de sentimientos evocan en tí obras como, por ejemplo, Sin de Préfète Duffaut?
Cuando veo esta pintura, me parece muy interesante la idea de guardar este momento tan central en la espiritualidad y la religión de Occidente como un pequeño objeto ritual. También pienso mucho en Erzulie cuando miro esta obra, especialmente en Erzulie Danto, el loa maternal, o espíritu del amor, en la religión del Vudú—como una figura romántica fenomenal, pero también como una figura trágica y vengativa que aparece asiduamente en la mayoría de mi obra. Es interesante que el suelo en la pintura sea tan unidimensional, cuando el resto de la pintura se convierte casi que en un teselado que se une como un rompecabezas. Encuentro que la obra conlleva consigo un sentido de gravedad pesado y profundo, que jala las ramas hacia abajo, literalmente sosteniendo las figuras en el piso, mientras que todo lo demás es extravagante y expresivo.
¿Qué piensas acerca de Magic Table de Jacques-Enguérrand Gourgue?
Esta obra me encanta porque en el pasado yo también pensaba mucho en los personajes y figuras de mis propias pinturas como criaturas, más que como humanos. En un ensayo, Zoé Samudzi los llama “titanes”, lo cual eso me encantó. En Haití, y especialmente en el Vudú haitiano, durante el culto y la ceremonia, esa es la idea: que el cuerpo trasciende a otro espacio que le permite tener más agencia, más liberación, más habilidad. Existe un concepto de que el cuerpo puede vencer la gravedad y producir actos sobrehumanos, y esta pintura me lleva allí en todos los niveles. Hay un evento principal, pero cuando te acercas más y más a las diferentes partes de la obra, encuentras sub-narrativas igualmente épicas que suceden dentro de todos los personajes. Esta pintura realmente me impactó mucho; se ha quedado conmigo.
¿Podrías compartir algo más sobre la noción de transgresión corporal en estas obras, así como en tu propia obra?
Me parece interesante imaginar estados alternativos del ser para cualquier persona cuyo cuerpo haya sido criminalizado, y no solamente en el contexto caribeño, sino también para aquellos de nosotros que hemos intentado ocupar cuerpos que no han sido libres en vida. Me viene a la mente una de mis obras, Kisa n’ap fe ansamn, que quiere decir “lo que haríamos juntos”. Es una pintura que terminé alrededor de noviembre de 2019 cuando mi esposo y yo estábamos esperando a nuestra hija, con la ayuda de una madre sustituta, el cual fue un momento en el que pensaba mucho en la unión que estaba por traer a esta nueva persona al mundo. De una hermosa manera, nuestros cuerpos y el de la madre sustituta tenían que transgredir las convenciones que se les habían asignado para dar vida a este nuevo ser. Esto me dio para pensar durante largo tiempo en cómo hacer una pintura sobre esto. Pero, conociendo mi manera de trabajar, no iba a sentar a mi esposo y pintar un retrato de él o de mí mismo. Lo que se me vino a la mente, entonces, fueron estas dos figuras que están unidas por los brazos y las piernas, y en el centro de ellas habría una energía en forma de corazón—una de las pinturas más sentimentales que he hecho. Esto reflejaba esta misma idea—el cuerpo moviéndose más allá de sí mismo y haciendo algo por sí mismo, por su perpetuidad, por su futuro.
Didier William. Kisa n’ap fe ansamn. 2020
Didier William. Baptism: We Cannot Drown, Nou Beni. 2022
Baptism: We Cannot Drown, Nou Beni es una obra que hice pensando en el Mar Caribe, el cuerpo de agua entre Haití y los Estados Unidos, como una especie de espacio bautismal. En lugar de cobrar los numerosos cuerpos que se ha cobrado en sus viajes de huída de sus países, esta agua se convertiría en un fluido que produciría titanes o personajes sobrehumanos que podían soportar cosas como una descarga de relámpagos.
En Dezabiye 2, por otro lado, los personajes comienzan a destapar su vista y comienzan a presentarse sin una armadura de ojos, uno de los elementos por el que se conoce más a mi obra. Los ojos no desaparecen, sino que se convierten en otro interlocutor, una especie de segundo personaje con el que los cuerpos pueden interactuar y al que le pueden hablar. Esta fue una de mis primeras pinturas de este tipo. Comencé a pensar en la expulsión de energía que ocurriría si fueran capaces de hacer eso. ¿Qué tipo de evento cataclísmico sucedería si estos personajes que por largo tiempo estuvieron amarrados con esta cadena de armadura de ojos o este cardumen de ojos, finalmente se los quitaran? ¿Se están quitando esta armadura voluntariamente, intencionalmente? ¿Nos están encontrando a nosotros cuando se la quitan, o se están encontrando entre ellos?
Las representaciones de la naturaleza tienen un papel importante en el arte haitiano moderno, como es el caso de Murder in the Jungle de Wilson Bigaud. ¿Encuentras resonancia entre esta obra y tu serie Cursed Grounds?
La conexión con la naturaleza en el arte haitiano ha sido ampliamente investigada y documentada. Encuentro que los artistas han representado a la naturaleza como un aliado, y no necesariamente como un adversario. Pienso en mis pinturas recientes que representan la naturaleza—las cuales llamo a veces “groundscapes” y no “landscapes”—como la continuación de esta conversación. La serie Cursed Grounds observa espacios que tienen una historia profunda, y usualmente estas pinturas no tienen personajes—el personaje es el paisaje y la tierra. La primera pintura de la serie muestra la cuenca del Atchafalaya en Nueva Orleans, parte del territorio de la Compra de Luisiana, y su relación con la Revolución Haitiana. En pinturas posteriores, he observado diferentes espacios, entre ellos el Parque Lorimer en Pennsylvania, un espacio que frecuentábamos mucho con nuestra hija al comienzo de la pandemia. De cierta forma, observo el después de una escena como la que nos presenta esta pintura de Bigaud. ¿Qué sucede después de muchas décadas y generaciones cuando el espacio ha sido repavimentado, replantado, gentrificado y convertido en altos edificios de lujo y en un parque estilizado? ¿Cómo permanece esta especie de historia subterránea? ¿Cómo continuamos estas conversaciones sobre paisajes y naturaleza, y específicamente sobre la tierra? Yo continúo pensando en estas ideas y sigo indagando en nuevos espacios. De hecho, viajé en octubre a Nueva Orleans para investigar un poco más alrededor de esto.
Wilson Bigaud. Murder in the Jungle. 1950
Didier William. Cursed Grounds: Cursed Borders. 2021
¿Cuál es tu percepción sobre el quehacer del arte actual en Haití relacionado con las creencias y prácticas del Vudú? ¿Cuáles serían los beneficios y tal vez algunos de los riesgos de utilizar esta fuente de creatividad en particular?
Pienso que el riesgo es ser ilegible, ¿verdad? Frente a eso yo también preguntaría, ¿para quién estamos intentando ser legibles? En este sentido, podemos pensar en Édouard Glissant y su afirmación de la opacidad con el fin de afirmarnos a nosotros mismos, hacia nosotros mismos y para nosotros mismos. Me es difícil pensar en cuál sería el riesgo, porque veo en todos los artistas que hemos mencionado, así como en otros artistas vigentes en la actualidad, a unos creadores consagrados que están ampliando el concepto de lo que somos más allá de las rígidas narrativas institucionales que no cuentan la historia completa y que, de hecho, representan un sistema de eliminación más fuerte que cualquier otra narrativa autoritaria.
Muchos de estos artistas están pensando en mitologías, fantasías y en contar historias, y por eso pienso que hay una consciencia colectiva de que el mundo está en problemas de orden ambiental, político y económico. Esto nos abre a pensar en futuros potenciales de una manera que, ojalá, nos de una alternativa. No me sorprende que los artistas recurran a contar historias fantásticas o al misticismo, porque son estas cosas que en el pasado han sido estigmatizadas, las mismas que hoy nos hacen más humanos que las rígidas mentiras a las que nos hemos aferrado de por vida. Son estas mentiras las que nos han dejado con la actual crisis climática, un mundo radicalizado hacia la derecha y una pobreza que nunca habríamos podido imaginar. Tenemos que buscar modos diferentes de ser, porque es lo único que podría salvarnos y preservar el planeta para nuestros hijos. No creo que ese impulso sea exclusivo de los artistas haitianos o los artistas caribeños; creo que todo el mundo lo está haciendo.
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