Delcy Morelos: trabajando con la tierra para liberar el alma
La artista colombiana nos muestra el poder creativo y espiritual de la geometría, el color y el territorio.
Julián Sánchez González, Delcy Morelos
May 25, 2023
Desde este año, el Instituto Cisneros de MoMA da inicio a un nuevo proyecto de investigación: Vinculando lo sagrado: corrientes espirituales en el arte latinoamericano y caribeño del siglo XX, 1920–1970. Artistas y especialistas de América Latina y el Caribe indagarán sobre la relación entre el arte moderno y la espiritualidad a través de una serie de encuentros, reuniones y publicaciones, con un especial interés en las tradiciones afro-diaspóricas, indígenas, ocultas, judías y católicas.
Para lanzar este proyecto, entrevistamos a la artista colombiana Delcy Morelos. Desde los años 1990, ella ha desarrollado una obra multimedia en la que reflexiones sobre la vida y la muerte se encuentran con lo natural y lo sagrado. Sus instalaciones recientes han usado la tierra como materia prima, invitándonos a recorrer espacios laberínticos que estimulan nuestros sentidos. En esta conversación, hablamos sobre los diversos referentes espirituales de su trabajo, y su llamado a construir una relación más sostenible entre la humanidad y el medio ambiente.
Delcy Morelos.
Julián Sánchez Gonzalez: Delcy, la tierra como materia prima es el punto de partida de tus instalaciones desde hace más de una década. ¿Cuál fue el proceso que te llevó a trabajar con este material?
Al inicio, mi trabajo estuvo centrado en encontrar los orígenes de la violencia en mi país: el racismo, la abismal brecha social y la voraz ambición de los señores de la tierra por ampliar sus ya grandes latifundios. Estas dinámicas despojaron a los campesinos de sus pequeñas parcelas, amenazándolos de muerte con consignas como: “si no nos vende, le compramos a la viuda”. La tierra sigue siendo el elemento en disputa en la lucha armada, es la obsesión que desencadena la inequidad y es el botín de todas las guerras. La tierra es el primero de los bienes que buscamos poseer, pero lo convertimos en el mal que desata la violencia en general. Pronto empecé a preguntarme cómo acercarnos a la tierra desde otras inquietudes, y cómo abordar esa materia pura y vital desde la reverencia y el asombro.
¿Qué papel juega el uso del color en el desarrollo de tu obra?
Delcy Morelos. Rojos por naturaleza. 1995.
“Sentía que el rojo no era un simple color—lo percibía como una sustancia en sí misma que emanaba de mis dedos.”
Estuve obsesionada por largo tiempo con el color rojo. Por breves momentos, cuando pintaba, como cuando hice Rojos por naturaleza (1995), sentía que el rojo no era un simple color—lo percibía como una sustancia en sí misma que emanaba de mis dedos. Estuve a punto de tomar la decisión radical de pintar solo con rojo por el resto de mi vida, pero comencé a trabajar con tierra.
La tierra puede ser de muchos colores: azul, gris verde, café claro, café oscuro, amarilla, ocre, naranja, negra o roja. Esto se debe a las diferencias en su composición química. En mis primeras obras con tierra, la tierra es de color rojo. Lo que hace que la tierra sea roja es la gran cantidad de hierro que contiene, el mismo elemento que hace que la sangre que corre por nuestras venas sea roja. Hay una profunda relación entre nosotros, los humanos, con la tierra, y hemos perdido esa conciencia.
Para la serie Eva (2010), utilicé un tipo de tierra de un color naranja rojizo muy intenso. Con este trabajo empezaba a descubrir y a entender la profunda relación del color con la vida y con el cuerpo femenino. La tierra alberga en su seno los ciclos de la vida, la muerte y el renacimiento, y es una divinidad femenina.
Delcy Morelos. Eva. 2013
Delcy Morelos. Earthly Paradise. 2022
Earthly Paradise (2022) y El lugar del alma (2022) son grandes instalaciones en las que el espectador “entra” en la tierra. ¿Qué implica para ti esta confrontación sensorial?
Earthly Paradise, la instalación que llevé a la Bienal de Venecia en Arsenale—un lugar que fue inicialmente usado para almacenar armas—, es una escultura penetrable, fragante, receptiva, femenina y fértil, así como propiciadora de vida. Ocupa el espacio creando un horizonte de tierra negra mezclada, perfumada y endulzada con sustancias alimenticias y fragantes.
El lugar del alma, instalada en el segundo subsuelo del Museo Moderno de Buenos Aires, a 10 metros bajo tierra, es una experiencia en la que el espectador baja a las entrañas de la tierra y entra en un lugar sagrado para ofrendarla. En la tradición ancestral de los Andes argentinos se ofrenda a la Pachamama, el lugar del alma. Se ofrenda a la tierra con sabores: canela, clavos de olor, café, cacao y granos de maíz.
Mi deseo o intención es que el espectador, al cruzar ese umbral, entre a la dimensión de lo sagrado, de la gestación y de la fragilidad. El olor precede y anuncia la experiencia, y la tierra es la materia de la cual todo emerge y a la que todo regresa para regenerarse en el ciclo de la vida y la transformación.
Delcy Morelos. El lugar del alma. 2022
Delcy Morelos. No es un río, es una madre. 2014
No es un río, es una madre (2014) es una pieza que nos muestra tu conexión con las cosmogonías indígenas. ¿Cómo informan éstas tu trabajo?
Nací en las riberas del Sinú, tierra fertilizada por las crecidas de sus aguas. Hace 25 años, esa madre-río fue apresada y masacrada en la construcción de una gran central hidroeléctrica, Urrá. Los primeros que sufren esa agonía son los coterráneos. Los indígenas embera, enfurecidos y entristecidos por la impotencia, decidieron despedirse de su madre, fuente de alimento y de vida, con una gran travesía en pequeñas canoas, desde el nacimiento del río en las montañas, en el Nudo de Paramillo, hasta su desembocadura en el mar Caribe, en Bocas de Ceniza. Las canoas llevaban precarios letreros de cartón escritos con reverencia y amor. Una de esas frases, “No es un río, es una madre”, mostraba que ellos saben algo que nosotros, transitando por sucesivas revoluciones industriales, ya olvidamos.
Como mujer y como artista, siempre me detengo a escuchar esas palabras ancestrales y sabiduría que vienen desde la selva amazónica o las chozas de barro y piedra en los picos de los Andes. Es una sabiduría que fluye como un río desde hace ya cientos de años, a través de abuelos, abuelas, taitas y curanderos, herederos de un conocimiento contenido en relatos orales, ceremonias y rituales. Lo que transmite este saber es cómo comunicarnos con la tierra, con las plantas, con el río, con la montaña, con el viento, el fuego, el sol y la luna; cómo integramos en nuestros ciclos humanos a ese discurrir planetario y cósmico. Esta es una visión del mundo en la que nos damos cuenta de que el tejido humano está imbricado de voces: la de los ancestros, la de los espíritus de la montaña, de la selva, de los desiertos y el océano.
¿Qué relación tienes con el arquetipo de la bruja y la curandera, y cómo alimenta tu arte?
Para mí, lo femenino no se refiere a órganos sexuales, se refiere a una estructura y a una manera de relacionarse con el mundo desde ciertos intereses específicos: la escucha, la nutrición, el cuidado, el inconsciente, la armonía, la conectividad, la emoción, el conocimiento adquirido desde el instinto y la experiencia corporal. Este enfoque femenino puede cultivarse desde cualquier género, pues me parece una inclinación humana, y más allá todavía, vital.
La bruja, la mujer, ha sido, desde siempre, el símbolo de esa sabiduría que busca cuidar y conocer el mundo natural, sus leyes, sus ciclos y sus secretos, conocimientos poderosos que el patriarcado ha reprimido y denigrado. La curandera sabe que se cuida a sí misma cuando cuida a sus semejantes y a su entorno natural, e interactúa con la naturaleza, pues se sabe parte de ella. Las prácticas sanadoras femeninas integran el cuerpo con las emociones, la mente con el espíritu y reivindican procesos de autocuración y paciencia, que es una manera de aliarse con la sabiduría del paso del tiempo.
Estos arquetipos han sido malinterpretados y rechazados, y los llevaron a la hoguera. A ese punto llega la ceguera, la ignorancia y los prejuicios. El miedo y la arrogancia—lo uno se desprende de lo otro—del laberinto patriarcal destruyeron nuestra conexión ancestral con la naturaleza. Me reconozco y actuó desde estos arquetipos de la psique femenina, pues con ellos puedo interactuar de una manera receptiva e intuitiva de la aventura creativa.
Tu trabajo opera en dos polos opuestos: lo abyecto y la sanación. ¿Qué nos dice esta dualidad sobre tu forma de ver el mundo?
Cuando puedes mirar de frente a lo que temes, empieza el proceso de curación. Por lo tanto, mostrar el problema es parte de la curación—son dos extremos de un solo hilo. Mi maestro de filosofía amazónica, el indígena uitoto Isaías Román, dice: “En el universo todo está tejido como en un canasto, los opuestos se entrelazan en nudos cada vez más cercanos hasta que pueden sostener el agua”. Los polos opuestos se entrelazan en un tejido en el que no hay separación, y todos nosotros somos, junto a todo lo que existe, hilos de ese entramado que recibe, contiene y se entreteje constantemente.
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