La apuesta por el reencantamiento de la vida de Ariel Guzik y Catalina Juárez
¿Pueden los experimentos sonoros y armónicos de los artistas ayudarnos a (re)establecer la comunicación entre especies?
En junio, el Instituto Cisneros de MoMA—en colaboración con los curadores Michy Marxuach y Mauricio Marcín—organizó “El canto de la Yerba Bruja”, un taller de investigación experimental en la Ciudad de México y Valle de Bravo. Su propósito fue explorar prácticas artísticas contemporáneas enfocadas sobre el medio ambiente, la ecología y los saberes tradicionales amerindios. Los artistas Alia Farid, Jorge González, Ariel Guzik y Bernardo Zabalaga fueron invitados a participar.
Para esta entrevista dialogamos con Ariel Guzik, fundador, y Catalina Juárez, coordinadora operativa y de producción, del Laboratorio de Investigación en Resonancia y Expresión de la Naturaleza. Ellos nos compartieron acerca del proceso detrás de las obras de Ariel de los últimos 15 años, tales como la Cámara Lambdoma, el Cordiox y la Cápsula Nereida. Sus palabras nos invitan a recuperar la fascinación por el mundo que nos rodea, a desarrollar mecanismos para comunicarnos y aprender de otras especies, y a pensar en formas sostenibles de entablar nuestra relación con el mundo natural.
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Ariel Guzik. Cámara Lambdoma (exterior). 2010
Julián Sánchez González: El Laboratorio de Investigación en Resonancia y Expresión de la Naturaleza está ubicado en una casa de estilo colonial mexicano en el barrio Tizapán San Ángel de la Ciudad de México. ¿Podrían contarnos la historia del espacio y lo que actualmente ocurre allí?
Catalina Juárez: El Laboratorio es más que un lugar; es un proyecto en el que se comparte y se sostiene un imaginario colectivo. Ese imaginario se origina en las investigaciones y la obra de Ariel, y se desarrolla con un estrecho grupo de colaboradores con variadas vocaciones y aptitudes.
Aquí, al tiempo que hacemos investigación, nutrimos el diseño y construcción de las máquinas e instrumentos concebidos por Ariel. Realizamos expediciones y tareas de campo con un énfasis en la atmósfera, el cosmos, el mar y las señales de la Tierra. Esas prácticas y experiencias suelen derivar en manifiestos y publicaciones de lo que hacemos; para ello, hemos diseñado y producido exhibiciones y eventos de escucha colectiva.
Por ejemplo, en 2012, la curadora Itala Schmelz seleccionó a Ariel como artista para representar a México en la 55 Bienal de Arte de Venecia. Esto no sólo implicó la construcción del Cordiox—una obra compleja—en muy poco tiempo, sino también su instalación en la Iglesia de San Lorenzo, donde ese año se alojaba el pabellón mexicano. En cuanto a las experiencias de escucha colectiva, recuerdo especialmente la serie que realizamos en 2017 para la comunidad de la Universidad Gujarat Vidyapith (fundada por Mahatma Gandhi en 1920) en Ahmedabad, India, y en la que se incluyeron una serie de paisajes sonoros, conferencias y talleres sobre no violencia (ahimsa) a través del arte y la ciencia. Fue una experiencia entrañable que ocurrió en paralelo a nuestro encuentro con delfines en el Río Ganges.
JSG: ¿Cuáles son las áreas de experticia de los miembros participantes del colectivo, y qué proyectos están desarrollando en este momento?
CJ: Quienes participamos en el Laboratorio lo hacemos desde distintos ámbitos y diversas habilidades, tales como las artes visuales, la música, la física clásica, la ingeniería mecánica, la electrónica, la acústica, la laudería y la ebanistería. También hemos trabajado desde la biología, la medicina de tradición originaria, la ecología, el estudio de las plantas, la oceanografía, la difusión de la cultura e incluso el diseño de estrategias para la gestión autónoma. Compartimos un interés genuino por la conservación y una creencia por el derecho a la vida de todas las especies del planeta. Algunos formamos parte de este grupo desde hace más de 20 años.
Actualmente mantenemos un especial énfasis en un proyecto de comunicación con ballenas y delfines. También trabajamos en un proyecto reciente con abejas meliponas y la comunidad que las procura, en Maní, Yucatán. A estas abejas sin aguijón, se les conoce como Xunankab, que significa mujer de la miel en Maya, y están íntimamente relacionadas a este paisaje, pues muchas especies de la selva dependen de las abejas para su polinización. La falta de esfuerzos de conservación ha puesto a las abejas meliponas en peligro de extinción, así que como ofrenda y gesto de gratitud, Ariel ha diseñado una casa para que ellas la habiten. Su intención es inspirar a nuestra comunidad, y cultivar el amor y el respeto por las más importantes fecundadoras de la Tierra.
Laboratorio de Investigación en Resonancia y Expresión de la Naturaleza. Foto: Natanael Guzmán
Izquierda: Ariel Guzik. Plasmaht Laúd. 2004; derecha: Ariel Guzik. Cordiox. 2013
JSG: El interés de Ariel por la relación entre arte y ciencia es notable en el diseño de dos instrumentos en particular: el Plasmaht Laúd y el Cordiox. El primero es un instrumento creado como vehículo para la expresión de señales provenientes de plantas a través de una pieza de ebanistería reminiscente de un laúd. El Cordiox es un instrumento acústico monumental que utiliza impulsos magnéticos para generar sonidos principalmente a través de un cilindro central de cuarzo, cuerdas en tensión y maderas. Ambos indican un interés por el misterio de lo inefable y lo que ustedes llaman el reencantamiento de la vida. ¿De dónde surge este interés y por qué creen que es importante explorar esta conexión hoy?
CJ: En este momento tan crítico de nuestra civilización, poco se cuestiona el perverso vínculo que se ha establecido entre la ciencia y la corporación tecnológica. No se distingue una de la otra, y se asumen las propuestas y explicaciones del discurso científico-tecnológico como el único camino posible. Ese ominoso vínculo ha provocado, entre otras cosas, una continua y devastadora destrucción de la naturaleza. Hemos también perdido toda capacidad de humildad, asombro y gratitud ante aquello que verdaderamente sostiene la trama de la vida.
“Nuestra labor intenta preservar misterios en lugar de descifrarlos y privilegia la percepción de los acontecimientos naturales desde los sentidos y los sentimientos de fascinación y fantasía”.
Ariel Guzik
Ariel Guzik: Y es quizás por ello que nuestra labor intenta preservar misterios en lugar de descifrarlos, y privilegia la percepción de los acontecimientos naturales desde los sentidos y los sentimientos de fascinación y fantasía. Privilegiamos también la belleza, lo sutil y el silencio frente a lo espectacular, la superficialidad y el ruido. Ante la estridencia creciente del Big Data, hemos elegido trabajar con señales rasantes, dejando atrás la sobrecarga de información. Todas mis máquinas tienen la resonancia o la empatía como eje. Son instrumentos analógicos—rasantes, orgánicos y sutiles. No se vinculan con el mundo de lo programático digital.
Públicamente hemos manifestado que nuestra visión como colectivo responde a una íntima y apremiante necesidad de propiciar el reencantamiento del mundo, mediante mecanismos de resonancia que conlleven a la ensoñación y al cuidado de la Tierra y sus criaturas. Nuestra misión, así mismo, se centra en la búsqueda de lenguajes y formas de expresión que trasciendan las barreras entre especies e inspiren y promuevan la restauración de la trama que nos unifica como seres vivos.
Ariel Guzik. Cámara Lambdoma (interior). 2010
JSG: Como parte del encuentro “El canto de la Yerba Bruja” tuvimos la oportunidad de visitar el Cárcamo de Dolores en Chapultepec, una obra hidráulica que alimenta el recurso acuífero de la Ciudad de México. Allí encontramos un mural y una escultura monumental de Diego Rivera, originalmente creados junto con la construcción de este espacio en 1951. Ariel, una de tus obras, la Cámara Lambdoma, fue creada en 2010, un momento clave de conservación del trabajo de Rivera. ¿Qué reflexiones y retos generó esta instalación, y cuál era el vínculo que se buscaba establecer con el agua como recurso natural?
AG: Cuando visitas el Cárcamo, una de las cosas que inmediatamente salta a la vista es la construcción del edificio; su formato y comportamiento acústico se asemejan al de un templo. Originalmente, el lenguaje sonoro del agua corriendo podía ser experimentado gracias a una obra monumental de ingeniería hidráulica—además del discurso visual de Diego Rivera en torno al agua en sus diversos significados como origen de la vida y un elemento fundamental de la civilización humana.
Debido al deterioro que el agua ocasionó en el mural subacuático de Diego Rivera, el torrente fue desviado del lugar hace ya muchas décadas y la presencia de ese elemento desapareció de forma definitiva del edificio. La Cámara Lambdoma nace como una intervención sonora que busca evocar nuevamente la presencia del agua a través de sonidos continuos derivados de las enormes corrientes que fluyen por las entrañas de la ciudad de México. Además, algunas variables meteorológicas dan nueva vida al universo sonoro de este espacio, originalmente diseñado con una acústica propicia para acompañar el sonido del agua corriente. Esta obra fue creada pensando en conservar los motivos originales de este recinto: la contemplación y la conciencia.
Ariel Guzik. Cápsula Nereida. 2007
JSG: Crear mecanismos de comunicación entre especies ha sido un foco del Laboratorio desde hace varios años, en obras como la Cápsula Nereida. Esta pieza les ha permitido a ustedes construir puentes sonoros con cetáceos—como ballenas y delfines—en el Mar de Cortés en Baja California. ¿Qué aprendizajes sobre nuestra relación con el mundo natural y nosotros mismos han derivado de estas experiencias?
CJ: Desde que iniciamos nuestra relación con Baja California Sur, entendimos que estábamos ante un territorio complejo. Por un lado, está el desierto y el ecosistema terrestre. Por otro lado, existe uno de los oasis marinos más diversos y hermosos del planeta, hogar de un santuario ballenero al que año con año arriban las ballenas grises para aparearse, parir y amamantar a sus ballenatos entre otras comunidades de cetáceos que habitan regularmente en el Mar de Cortés.
AG: La cápsula submarina Nereida fue concebida como el contenedor físico de un lenguaje material. Es un poema en el cual se radican enunciados y significados ante la visión sonar de los cetáceos.
El cuerpo de la cápsula es un tubo de cuarzo fundido puro, y la propiedad cristalina del cuarzo y su resonancia armónica buscan representar el “brillo” de la mirada del sonar cetáceo. En el interior del tubo hay una colección de cuerdas reverberantes muy tensas y afinadas en frecuencias armónicas que forman un eco al interior de la cápsula radiante de cuarzo. Así, el eco de las cuerdas enuncia “espacio”. Y las cuerdas están cuidadosamente afinadas en formas de acordes y sus resonancias armónicas, enunciando “belleza” en el imaginario de ese lenguaje material. Entonces Nereida manifiesta algo que podría describirse como “belleza que emana de la propia visión del cetáceo que mira el objeto radiante”.
Cuando estamos acampando o navegando allí, me parece evidente que estamos presentes en un universo que no nos pertenece. Pero al mismo tiempo, nos enfrentamos a la realidad de que estamos ante un territorio cada vez más invadido, vulnerado y devastado. Cada intento de comunicación y de encuentro nos acerca y aporta a la restauración del delicado vínculo de la coexistencia.
Ariel Guzik. Cápsula Nereida. 2007
Ariel Guzik. Jardín del cachalote y poema cetáceo. 2019
JSG: Muchas de las obras de Ariel contienen signos e ideogramas llamados “caligrafía cetácea”. ¿De qué se trata este idioma, cuál es su origen y qué tipo de reacciones ha generado?
AG: La caligrafía cetácea es un idioma formado por signos, ideogramas y poemas. Sus caracteres aparecen en mis sueños con cetáceos. Podría decirse que son visiones, pero también son una práctica: una forma de oración que imagina y reitera esta búsqueda de intercambio con esos seres que habitan el mar.
Para responder tu pregunta, cito aquí un texto de mi autoría que se publicó en julio del 2019, en la Revista de la Universidad de México:
“…Algunos de los ideogramas son figurativos, otros muestran trayectorias de señales que se despliegan en el tiempo o que representan la superposición o el cruce de dos ondas armónicas, voces en direcciones perpendiculares. Unos más pueden mutar sus formas o mostrar repeticiones según la intensidad, densidad y ritmo de oscilación de elementos como la electricidad, el magnetismo, el sonido, el caos y el tiempo, o según la dinámica de señales atmosféricas como las del viento, la marea, las olas, las nubes y el sol. En todos los símbolos subyace un fondo afectivo y una invitación al encuentro entre formas de conciencia marcadamente diferentes.
El poema que acompaña el dibujo está compuesto por la secuencia de nueve ideogramas: ballena, mar, mar, mujer, tierra, canto, tiempo, fuerza y sol…”
Ariel Guzik. Cámara Lambdoma (interior). 2010
JSG: Ariel y su sobrino, Daniel Aspuru, realizaron un concierto para nosotros en el Lesteiro de Valle de Bravo. Fue una síntesis de sonidos del mundo natural producto de años de grabación, acompañada por saxofones en vivo. ¿Cuál fue el proceso creativo detrás de esta pieza?
AG: Cuando diseñamos estos paisajes nos preguntamos cómo imaginar un concierto cuyos ejecutantes fueran animales marinos, insectos, aves, plantas, movimientos de nubes, astros, ráfagas magnéticas del sol, vaivénes del viento u otras manifestaciones naturales. Es en ese contexto que nos proponemos estudiar sensiblemente los lenguajes de la naturaleza, reconocer los cantos animales que celebran su existencia, pero también sus expresiones de apelación y lamento.
Los paisajes sonoros son formas de expresión que trascienden las barreras entre especies. Buscamos producir una forma de música que provenga de las señales vitales de las plantas, los cantos de las ballenas y los delfines, la algarabía de las aves y los insectos, y en otros pasajes del universo sonoro de la naturaleza, para ser expresadas en un contexto teatral.
CJ: Las grabaciones que conforman un paisaje sonoro incluyen voces y cantos de fauna marina y terrestre de diversas localidades, así como las sonoridades de máquinas e instrumentos diseñados por Ariel y construidos en el Laboratorio. En esta obra sonora se recopilan registros de campo hechos en localidades marinas y terrestres de Baja California, zonas áridas del centro y norte de México, Bahía de Papagayos en Costa Rica e Inverness en Escocia, entre otras.
Además, en el paisaje sonoro llevado a cabo en el Lesteiro en el contexto del “Canto de la Yerba Bruja”, Ariel y Daniel decidieron incluir al final una breve intervención en vivo, incorporando música interpretada por ellos como parte de una nueva etapa en el diseño y producción de estos paisajes sonoros.
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