Cuba and the Art of Repression
The Cuban regime must stop harassing and detaining its artists.
Alexis Romay
Apr 27, 2021
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January 27, 2021, is a day that will live in infamy in the history of Cuba. A group of young Cuban intellectuals gathered in front of the Ministry of Culture to speak with its representatives. Their goals were to discuss the glaring lack of civil liberties in Cuba and to seek an institutional commitment to freedom of expression. The group also sought to obtain an official Ministry statement supporting Cuban artists—who have frequently and repeatedly been harassed and detained by the regime—and to stand in solidarity with these artists. The government’s response seemed preordained. And so nobody was surprised when the Minister of Culture himself walked outside—in broad daylight and in front of the phones and cameras that were filming and broadcasting live—and slapped and physically attacked those who had gathered at the building’s entrance to call for an inclusive Cuba. Surrounded by a claque of white-haired men, this government official reminded the hopeful audience that Cuba is no country for the young. The video of the arrest of the peaceful demonstrators and their screams as they were punched while being dragged to a police bus have since become part of the soundtrack of my life, and will leave another scar on the recent memory of a forgetful nation.
January 27 is also the eve of the birthday of the poet, philosopher, and political theorist José Martí, in whose name the Cuban nation has been built and destroyed so many times. To commemorate the occasion, art historian Carolina Barrero recited some of his poems and handed out a printed image of José Martí wearing a shirt with stars on it. Since then, State Security has accused Barrero of a Kafkaesque crime—“Clandestine Printing”—which appears in Article 210 of the same penal code that does not recognize gender violence. Given that the case against Barrero was moving at a fast pace, on March 21, in an act of courage and dignity, artist Camila Ramírez Lobón identified herself as the author of that beautiful image and challenged the Cuban authorities: “The law that you want to apply against the beauty, in the full sense of the word, that Carolina embodies, you will have to use against me, too,” she wrote. It is hard to read her statement and refrain from crying. I couldn’t. I cried from anger and indignation but also in gratitude and solidarity. After more than a half century of verbal and physical abuse, of ubiquitous terror, of a bunch of men gesticulating, of a dynasty that has perpetuated itself in power dictating the destiny of an island adrift, seeing a group of women confront and say “no” to a regime that survives through lies and police brutality is something that inspires and moves me.
On January 28, during the celebration of the 25th anniversary of the José Martí Memorial, over 20 artists—sponsored by the same regime that harassed Barrero and Ramírez Lobón—launched a collective exhibition dedicated to the Cuban poet and icon in which Martí’s image appears everywhere. But since the artists participated in this exhibition with the consent of the Cuban government and in an official setting, not only are they not in trouble, but are being celebrated by the regime. That’s the fascinating thing about dictatorships: that the same action, happening a few hours and a few miles apart, can be both lawful and unlawful. What’s being criminalized is the context and a specific group. To make this distinction more abundantly clear, consider the famous phrase from Fidel Castro’s 1961 speech “Words to the Intellectuals”: “Within the Revolution, everything; against the Revolution, nothing. (This was a monologue; he spoke at, not with, the intellectuals). Since they were uttered, these words have dictated what is and isn’t permissible in Cuban life.
In this Facebook album you can see—until further notice, or until it is set to private mode or deleted—the photos of the works with which the regime “paid homage” to the most beloved of all Cubans. Since I am not writing a review, I will pass no aesthetic judgement on the paintings and installations that populate the walls of this governmental institution. Feel free to click and draw your own conclusions.
To put it in terms of the “savage capitalism” which the Cuban government has railed against for decades: what we have here is a case of copyright infringement. The Cuban regime, since it came to power 62 years ago, has granted itself the exclusive rights to the Martí “brand.” It trademarked the national hero, and is ready to fight for it, guns blazing. Which is to say that any likeness, quote, reference, T-shirt, book, text, banner, sign, mural, or mention that names or alludes to him must have the Castro imprimatur, or trigger the most severe legal penalties.
On March 25, the same political apparatus that attempted to intimidate Barrero had to drop the charges due to lack of evidence. This episode marks a before-and-after in the history of the nation. Since then, the Cuban government placed yellow tape for 25 days across the door to Carolina Barrero’s apartment, confining her to de facto house arrest during this period. On April 23, once the tape was removed, Barrero went out and was arrested. Something similar happened on the following day, when she was detained and released very late at night. This confirms once again what we have always known: that the only art that thrives in Cuba is the art of repression.
A print of José Martí by Carolina Barrero and Camila Ramírez Lobón. The inscription reads, “I have two homelands: Cuba and the night. Or are they one and the same?”
Y cómo es él by Camila Ramírez Lobón
El 27 de enero de 2021 es un día que vivirá en la historia universal de la infamia cubana. Un grupo de intelectuales cubanos—en su mayoría, jóvenes—se personó en las afueras del Ministerio de Cultura de Cuba para entablar un diálogo con los representantes de dicha institución. El objetivo de este encuentro de la cultura cubana era abordar la falta de libertades civiles a la que es sometida la población de la isla, así como buscar un compromiso institucional que apoyara la libre expresión en Cuba, que se pronunciara en favor de los artistas que han sido acosados, detenidos y violentados una y otra vez por la Seguridad del Estado y que también se manifestara en contra de los arrestos arbitrarios que lleva a cabo, con no poco entusiasmo, el régimen de la isla. El guion ya estaba escrito de antemano, por tanto—y por desgracia—a nadie le sorprendió que la respuesta del mismísimo ministro de cultura fuera salir a la calle—a plena luz del día y frente a los teléfonos y las cámaras que filmaban y transmitían el evento—a tirar manotazos y agredir físicamente a quienes se habían congregado ahí en son de paz, en aras de proponer una Cuba inclusiva y plural. Rodeado de una claque de barrigones con canas, el titular del ramo le recordó a la audiencia esperanzada que Cuba no es un país para jóvenes. El video del arresto de los manifestantes y sus gritos al ser golpeados mientras los arrastraban a un autobús de la policía desde entonces son parte de la banda sonora de mi vida y dejan otra cicatriz en la memoria reciente de un pueblo desmemoriado.
El 27 de enero es también la víspera del natalicio de José Martí, ese pilar sobre el cual tantas veces se ha construido y destruido la nación cubana. Para conmemorar la ocasión, la historiadora del arte Carolina Barrero llevó a la cita un libro del apóstol, recitó algunos de sus poemas y regaló una imagen impresa de un José Martí con una camisa de estrellas. Desde entonces, la Seguridad del Estado la acusa de un delito kafkiano—“clandestinidad de impresos”—recogido en el artículo 210 del mismo Código Penal que no reconoce a la violencia de género como un crimen específico. En vista de que la amenaza a Barrero parecía dar paso a un proceso legal que avanzaba con botas de siete leguas, en un acto de dignidad y coraje, el 21 de marzo, la artista Camila Ramírez Lobón reconoció su autoría del hermoso dibujo de Martí y emplazó a las autoridades cubanas: «La ley que quieran instrumentar contra esa belleza, en el sentido total de la palabra, que es Carolina, tendrían entonces que emprenderla también contra mí». Les invito a que lean su declaración y no lloren. Yo no pude: fue un llanto de rabia y de indignación, pero llevaba también mi gratitud y mi solidaridad. Luego de más de medio siglo de abuso verbal y físico, de terror ubicuo, de hombres manoteando y de esa dinastía que se ha perpetuado en el poder dictando el destino de una isla al pairo, ver a un grupo de mujeres dar la cara a diario y decir “No” a un régimen que sólo se mantiene en pie al ritmo de la mentira y mediante la brutalidad policial es algo que me inspira y me conmueve hasta el infinito.
Idoneidad by Camila Ramírez Lobón
El 28 de enero, en el acto de celebración por los 25 años de creado el Memorial José Martí, una veintena de artistas cubanos—con auspicio y beneplácito del mismo régimen que acosa e intenta intimidar a Barrero y Ramírez Lobón—inauguró una muestra colectiva dedicada al poeta, en la que el pobre hombre sale hasta en la sopa. Pero como los artistas participaron bajo la égida del gobierno y en un espacio oficial, no sólo no se meten en problemas con la ley, sino que son celebrados y aupados por el régimen. Eso es lo fascinante de las dictaduras: que una misma acción puede estar dentro y fuera de la ley tan sólo a unas horas y unas millas de distancia. Lo que se criminaliza es el contexto y a un grupo específico. Para que se entienda mejor, consideremos la famosa frase de “Palabras a los intelectuales”, el discurso de Fidel Castro en 1961: «Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada». (Esto fue un monólogo; Castro habló a los intelectuales, no con ellos). Desde que fueron pronunciadas, estas palabras han dictado qué es y qué no es permisible en la vida cubana.
En este álbum en Facebook se pueden ver—hasta nuevo aviso, hasta que lo pongan en modo privado o lo borren—las fotos de las obras con las que “homenajearon” al más querido de los cubanos. Como no es la crítica de arte lo que me impulsa a escribir estas líneas, no emitiré criterio estético sobre los cuadros e instalaciones que pueblan las paredes de la institución gubernamental. Pasen, vean y saquen sus propias conclusiones.
Para ponerlo en la jerigonza de ese capitalismo salvaje con el que tanto se ha asustado al pueblo cubano durante décadas: resulta que aquí lo que tenemos es un caso de infracción de copyright. El régimen de la isla, desde que se instaló en el poder hace 62 años, se ha abogado el derecho exclusivo a la “marca” Martí; le puso su trademark y lo sale a disputar pistola en mano. Por tanto, cualquier manifestación, cualquier uso, cualquier semblanza, cualquier cita o parafraseo, cualquier referencia, cualquier pulóver con su efigie, cualquier libro que se le dedique, cualquier cartel o pancarta, cualquier mural que lo evoque, cualquier mención que lo nombre o lo aluda tiene que llevar el imprimátur del castrismo, so pena de recibir el más severo peso de la ley.
El 25 de marzo, el mismo aparato político que quiso amedrentar a Barrero tuvo que archivar el caso por falta pruebas. Este episodio marca un antes y un después en la historia de la nación. Desde entonces, el gobierno cubano puso una precinta amarilla durante 25 días en la puerta del apartamento de Carolina Barrero, confinándola a una prisión domiciliaria de facto. El 23 de abril, cuando retiraron la precinta, Barrero salió a la calle y fue arrestada. Algo similar ocurrió el 24 de abril, cuando la mantuvieron detenida hasta altas horas de la noche. Esto confirma una vez más lo que siempre hemos sabido: que el único arte que se promueve en Cuba es el arte de la represión.