Suwon Lee. Purple Haze. 2011. Impresora de tinta, 36 1/4 × 47 1/4" (92 × 120 cm). Regalo prometido de Patricia Phelps de Cisneros a través del Latin American and Caribbean Fund. © 2020 Suwon Lee

En 2011, la artista Suwon Lee (nacida en 1977) tomó una serie de fotografías, tituladas Crepuscular, que reinterpretan críticamente la fuerte tradición del paisaje latinoamericano a partir de la inversión estratégica de los puntos de vista de sus tomas. La ciudad más peligrosa del mundo, Purple Haze (Neblina púrpura) y Lights On (Luces encendidas), las tres obras en la colección del museo, fueron tomadas en Caracas, Maracay y São Paulo a la hora del crepúsculo.

Para hacerlas, la artista colocó la cámara exactamente en aquellos sitios de las tres ciudades que han sido infinitamente reproducidos en las vistas urbanas y en las historias del arte nacionales, dejando esos paisajes icónicos deliberadamente fuera de cuadro. Así, lugares turísticos como el Corcovado en Río de Janeiro o el Ávila en Caracas desaparecen de las fotos y son solo aludidos por omisión. Las fotos de Lee, entonces, contraponen la idealización del paisaje con las realidades actuales de esas ciudades.

En esta entrevista, Lee habla del proceso de producción de sus obras, discute la construcción del paisaje en la historia venezolana y se explaya sobre la importancia de las cuestiones ambientales en su pensamiento artístico.

Esta conversación forma parte de una serie de entrevistas con artistas cuyas obras llegaron al MoMA en 2017 como parte de un grupo de 90 obras de arte contemporáneo donadas por Patricia Phelps de Cisneros. El tema de esta serie de diálogos explora las relaciones del arte con el territorio y la naturaleza; tema que paralelamente fue elegido como foco de investigación del Instituto Cisneros para el período 2020–23.

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Madeline Murphy Turner: Para comenzar, me gustaría que nos hablaras de tus comienzos trabajando como fotógrafa.
 
Suwon Lee: Comencé a hacer fotos en el 2004, con el autorretrato y temas autobiográficos como motivaciones principales. En el 2006 conocí en Madrid a quien sería mi maestro, amigo y mentor, el fotógrafo alemán Axel Hütte, y gracias en gran parte a su influencia, empecé a interesarme en la fotografía de paisajes, sobre todo en los paisajes nocturnos y urbanos. Gracias a su consejo y ayuda, en el 2009, adquirí una cámara digital de mediano formato Phase One 645DF y comencé a realizar fotografías nocturnas y de paisajes que me permitieron imprimir, si bien no a gran escala, a un tamaño 90 × 120 cm, que es relativamente grande y de gran calidad. Me interesaba la posibilidad de retratar mi ciudad de aquel entonces, Caracas, y explorar el paisaje, tema que había perdido interés en la escena del arte contemporáneo venezolano, a pesar de que fue una exploración recurrente en los pintores de Círculo de Bellas Artes de Caracas a comienzos del Siglo XX, y sobre todo de su más importante exponente: Armando Reverón.

¿Qué te inspiró a hacer la serie Crepuscular?

En el proceso de hacer Crepuscular, decidí investigar no sólo a Caracas sino también a aquellas ciudades por las que transitaba, para explorar y repensar el paisaje contemporáneo, posicionándome desde puntos inusuales, con la intención de encontrar nuevas vistas urbanas y ofrecer así una nueva interpretación y perspectiva de ellas. Con este enfoque abordé, no sólo varias ciudades de Venezuela, como Caracas, Maracay, Mérida, Maracaibo y Araya, sino también, otras ciudades latinoamericanas, como Panamá, Lima, Porto Alegre, Río de Janeiro y São Paulo. Escogía el momento del crepúsculo, circunstancia fugaz y de transición, justo cuando se ha ocultado el sol y empiezan a encenderse las luces de las ciudades, cuando se dan vistas poco usuales, menos obvias. Las llamo “anti-clichés”. Así, retraté Río de Janeiro: desde el Corcovado, dándole la espalda y retratando el puerto de la ciudad; Lima: desde la costa hacia la Isla de San Lorenzo; y Caracas, en la obra La ciudad más peligrosa del mundo, específicamente el barrio más grande de la ciudad, Petare, desde la montaña El Ávila, icono geográfico referencial que ha sido siempre protagonista en los cuadros y fotos que se han hecho de ella. En esa ocasión no retraté al Ávila, sino lo que desde allí puedo apreciar: esta barriada que todos los que hemos estado en Caracas conocemos desde las autopistas que la recorren lateralmente, pero que muy pocas veces hemos visto a vuelo de pájaro, desde la montaña.

Suwon Lee. The most dangerous city in the world (La ciudad más peligrosa del mundo). 2011

Suwon Lee. The most dangerous city in the world (La ciudad más peligrosa del mundo). 2011

¿Y cómo conseguiste tomar la foto desde El Ávila para La ciudad más peligrosa del mundo?

Logré acceder a este punto gracias a que existe una pequeña población en el Parque Nacional El Ávila llamada Santa Rosa, y a pesar de que sólo los que habitan allí tienen acceso, logré subir para poder tomar la foto al fin de la tarde con toda tranquilidad, sin temor a un robo (que es una realidad en cualquier lugar de Caracas y Venezuela). En esa sesión hice fotos durante el atardecer. Sin embargo, resultó mejor la foto tomada ya entrada la noche, en una exposición de varios minutos (más de cuatro) por la gran cantidad de luces que iluminan las viviendas de la barriada y la atmósfera creada por las nubes y la iluminación de la autopista. Cada vez que muestro esta foto a un venezolano siempre me llama la atención que no son capaces de identificar que es Caracas y mucho menos, que se trata de Petare, porque nombrar Petare es sinónimo de la imagen que tenemos: diurna, desde el carro que recorre la autopista a gran velocidad, o de tantos reportajes y noticias violentas que salen desde allí. Caracas ha llegado a ser catalogada por varios años consecutivos como la ciudad más peligrosa del mundo. Quizás es incongruente que una imagen de Petare pueda ser hermosa y sin embargo, lo es gracias a la distancia (el espacio) y la luz (tiempo de exposición).  

Además de La ciudad más peligrosa del mundo, tienes dos fotografías más de la serie Crepuscular que forman parte de la colección de MoMA: Lights On y Purple Haze. ¿Por qué elegiste esos paisajes y cómo realizaste estas fotos?

Lights On fue tomada en el Parque Nacional Henri Pittier (el primer parque nacional creado en Venezuela), en el Estado Aragua, desde los caminos peligrosamente angostos y curvos que conducen hacia la población costera de Choroní, donde pasé muchas temporadas. La vista es desde la ciudad de Maracay, donde viví parte de mi infancia, con las montañas de San Juan de Los Morros al fondo. Estas vías usualmente se recorren con mucha prisa, sobre todo si se maneja de día, debido a que los autobuses de transporte público provenientes de Maracay van a alta velocidad, con el sonido de sus bocinas retumbando con música a todo volúmen por la montaña y señalando a los conductores de adelante que deben hacerse a un lado para que ellos puedan pasar. Con este apuro, euforia y tensión, uno debe manejar por un paisaje exuberante con una prisa que siempre me dejaba con ganas de detenerme a contemplar mejor la vista hacia la ciudad de mi infancia.

Sentía que la velocidad y la premura nos quitaban la posibilidad de detenernos a observar, contemplar, recordar. No existen miradores ni puntos de descanso donde se pueda apreciar el paisaje en esta vía que fue construida durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez por los reos de las cárceles, muchos de los cuales perecieron durante arduas faenas. Logré por fin estacionar mi carro una tarde, a un costado de la vía, e hice fotos por media hora: exposiciones largas de varios minutos, justo en el momento en que las luces de Maracay se encendían en la distancia. Era una hora en la que había poco flujo de vehículos y sin embargo, tomar fotos ahí no era muy seguro debido a lo expuesta que me encontraba. Un carro que venía bajando por la carretera se detuvo cerca del mío y afortunadamente mi compañero pudo encenderlo inmediatamente y yo me lancé veloz dentro de él para huir como en una película. Ví por el retrovisor a un hombre que se bajaba del carro y sacaba del bolsillo de su pantalón lo que parecía una pistola. Afortunadamente logré captar mi paisaje, las montañas del parque y Maracay, sin ser víctima de un robo.  
 
Purple Haze fue tomada en São Paulo, desde el Edifício Copan, una de las obras del arquitecto Oscar Niemeyer y más emblemáticas de todo Brasil. Había estado en la Bienal de Mercosur y al pasar por São Paulo, logré acceder al edificio gracias a la gente de Capacete que tiene un apartamento allí para residencias artísticas y me dejaron entrar a tomar fotos por una noche. De nuevo, no quise fotografiar este ícono, sino la vista que desde allí se percibe. En vez de capturar la ciudad como una extranjera, me quise adentrar en ella como si fuese su habitante. Pude colocarme en los aleros del edificio para hacer las tomas. Para mi sorpresa, la contaminación creó una capa de tono lila sobre la ciudad: la cámara logró capturar algo que no era visible al ojo humano. Mucha gente confunde esta foto con Caracas, y es cierto que ambas ciudades comparten un estilo similar de arquitectura en esos edificios de concreto construidos en los años 60, 70 y 80, sólo que São Paulo es diez veces más grande y poblada que Caracas. De hecho, una característica de esta enorme ciudad, que puede resultar algo agobiante, es que no se puede percibir el horizonte desde casi ningún punto de la ciudad; así de grande y densa es esta urbe.    
 
¿Podrías hablarnos de las decisiones formales que tomaste para la realización de estas obras?

La premisa de esta serie era realizar cada toma desde un punto alto y con suficiente distancia del paisaje, durante el atardecer. En los tres casos, la idea era que la sesión de fotos durase entre media hora y una hora en total, con exposiciones de varios minutos para que la atmósfera y la luz queden difuminadas. La imagen es de al menos la mitad de la foto compuesta por la ciudad y la otra mitad compuesta por el cielo, excepto en el caso de Lights On, donde el paisaje compone aproximadamente un tercio de la imagen y se extiende un poco hacia la mitad a través de las nubes, que sirven de transición hacia un cielo más claro. Todas estas decisiones formales son conscientes, aunque más instintivas que racionales. No trabajo mis sesiones pensando en componer con medida exacta cada foto, ya que las composiciones dependen siempre de cada situación física y lumínica. Encuadro, miro a través del visor y cuando veo que la imagen funciona visualmente, fijo la cámara y realizo la captura. Una parte queda un poco al azar, porque nunca sé qué resultados tendré al fijar la luz durante varios minutos, esto es parte de la magia impredecible de las largas exposiciones. 

Suwon Lee. Lights On. 2011

Suwon Lee. Lights On. 2011

En una entrevista reciente, comentas tu interés en el medio ambiente, la ecología y los microorganismos. Aunque estas fotografías se centran en vistas urbanas, también incluyen montañas y el cielos. ¿Podrías hacer una lectura ecológica de estas fotografías? ¿Cómo entiendes la relación entre ciudad y naturaleza?
 
En el caso de las fotos tomadas en Venezuela, la apreciación de la ciudad viene gracias a la existencia de los Parques Nacionales El Ávila y Henri Pittier, y a que, a través de ellos, he podido disfrutar de la naturaleza en mi país de origen. Si bien he sido siempre una persona citadina, me nutro y me inspiro enormemente de mi entorno natural. Haber vivido y disfrutado la vida en Caracas sólo fue posible gracias a la cercanía con El Ávila y a la posibilidad de ir a los ríos y playas de Choroní. Es como si la grandeza del paisaje y la naturaleza me ayudaran a aceptar la dura realidad social: ver hacia Petare de esa manera era posible desde El Ávila, así como la nobleza del paisaje de Maracay era perceptible desde las curvas peligrosas del Henri Pittier.

En Lights On y Purple Haze es muy notable la contaminación atmosférica y ésta impregna a la imagen de un cierto aire de tristeza y romanticismo o lo que cada quien sienta. En un sentido más amplio, cuando comprendemos que absolutamente todo en este mundo y en el universo está interconectado, entendemos también que somos el resultado de la evolución de la naturaleza y no podemos existir sin ella. Dejamos que las urbes crezcan indiscriminadamente y que la contaminación aumente sin ningún tipo de consideración a los ecosistemas que vamos destruyendo durante el proceso. Asistimos pasivamente a esa usurpación de la naturaleza, un tanto impotentes. [En A Cinema Prayer], Andrei Tarkovsky dijo: “...dependemos de la naturaleza. La naturaleza es más importante que nosotros porque somos el resultado de su evolución. Por eso creo que descuidarla en un sentido emocional, artístico, es criminal. Quizás no sea criminal, pero sí estúpido porque es el único lugar donde podremos percibir la verdad.” La contemplación del paisaje urbano es posible gracias a la distancia y resguardo que proporciona la naturaleza.  La única manera en que las ciudades y sus habitantes puedan sobrevivir es que entren en una profunda conciencia sobre la importancia de resguardar los recursos naturales y el entorno natural de manera sustentable.

Suwon Lee. Purple Haze. 2011

Suwon Lee. Purple Haze. 2011

El paisaje tiene una larga historia en el contexto de las Américas, en la cual se destaca el influyente trabajo de los artistas viajeros desde siglo XVIII. ¿Cómo entiendes La ciudad más peligrosa del mundo, Purple Haze y Lights On en relación a esta historia? ¿Cómo piensas, si es que lo haces, los conceptos de lo pintoresco y lo sublime?
 
Me inspiré mucho en los pintores venezolanos del Círculo de Bellas Artes, quienes a su vez fueron influenciados por aquellos pintores y naturalistas extranjeros que pasaron por Venezuela entre los siglos XVIII y XIX: Alexander Von Humboldt, Anton Goering y Ferdinand Bellerman. Se necesita una cierta distancia del entorno para interesarse y explorarlo a fondo y eso sucedió con la llegada de los exploradores y naturalistas extranjeros pertenecientes al movimiento romántico, quienes valoraron el paisaje y la naturaleza como canales para aproximarse a lo sublime y a la grandeza de la existencia.

Cuando Humboldt llegó a Caracas, preguntó cómo subir el Ávila y ninguno de sus anfitriones supo decirle porque nadie se había siquiera planteado subir a la montaña, ni mucho menos a uno de sus puntos más altos: la silla de Caracas. Tuvo que venir un extranjero, con una visión y perspectiva románticas del mundo, para que los locales empezaran a mirar su entorno más próximo de una manera diferente. Son estos exploradores y naturalistas europeos quienes nos enseñaron a valorar la belleza y la sabiduría intrínseca de la naturaleza, a buscar el sentido sublime en ella para elevar el espíritu. Para mí esa conexión con la belleza y su capacidad de sublimar la dura realidad, la desigualdad y la violencia inherente de las urbes son parte importante de este trabajo. Más allá de ser registros históricos, me interesa que estas imágenes sean una invitación a descubrir en el paisaje una conexión con lo sublime, reconociendo su valor “retinal”, así como su valor simbólico en relación a nuestras culturas contemporáneas. Al contemplar esos paisajes imagino cómo habrá sido verlos a través del tiempo: en su estado natural, en la época de las poblaciones indígenas, luego con la llegada de los colonizadores españoles y después con la llegada de los exploradores extranjeros. Imagino a Henri Pittier y a Humboldt deslumbrados por la geografía y la luz tropical, a Bellerman recordando el paisaje venezolano desde su vejez en Alemania. Imagino el pasado y me pregunto si ellos también habrán imaginado cómo irían a cambiar esos paisajes en el futuro y pienso estas obras como ventanas en el tiempo, reversibles entre pasado, presente y futuro. 

Para concluir me gustaría preguntarte sobre cómo impactó la crisis del COVID y la cuarentena en tu cotidianidad artística, en tu obra y en tus ideas.

Desde finales del año pasado retomé el trabajo con autorretratos. No los abordaba desde mis comienzos como artista, hace más de 15 años. En enero recuperé la investigación del autorretrato fotográfico femenino gracias a una clase impartida por Gerardo Mosquera en el Máster en Fotografía PHotoESPAÑA que curso en Madrid. Mis referencias incluyen a 20 autoras, entre ellas Theresa Hak Kyung Cha, Ana Mendieta y Maya Deren; autoras migrantes en Estados Unidos que exploraron sus identidades como mujeres multiculturales. El tema del desarraigo y la migración forzada está muy presente sobre todo en Mendieta y Cha y las tres investigan mundos que lidian con el inconsciente, el lenguaje, la añoranza de la tierra natal y la muerte. Quise seguir profundizando en la experiencia personal y la representación del cuerpo femenino. Mi cuarto se convirtió en estudio y refugio. Ahí seguí trabajando durante los días de la cuarentena. Ya me había acostumbrado a vivir un poco enclaustrada desde mi partida de Caracas en 2016, sobre todo en los meses que viví en Seúl, así que vivir gran parte del día en un cuarto no representó mayor reto. Hay una pregunta retórica: ¿cómo reaccionarías al estar sola en un cuarto a oscuras? Lo que respondas se asocia a tu relación con la muerte. Creo que todos nos hemos enfrentado a la muerte—como idea o como hecho—en estos meses de encierro, con nuestros miedos más profundos y nuestras emociones más oscuras.

No sólo tuve la oportunidad de mirar dentro de mí, sino que también tuve la suerte de tener acceso a una tienda abandonada en el centro de Madrid: una mercería de principios del siglo XIX que tuvo días dorados y que, a pesar del abandono, conservaba cierto aire señorial, aunque algo tétrico y lúgubre, sobre todo en medio del COVID. Todo cubierto con el polvo del olvido, la única luz era natural, filtrada por las ventanas, en una atmósfera de mausoleo. Hice autorretratos allí y los resultados tienen un tinte fantasmagórico: hay un gran espejo y me reflejo en él, con exposiciones lentas en las que aparezco como un espectro de mí misma. Sentí la fragilidad y el caos del mundo y la sociedad reflejados en ese lugar y a través de mí. Al entrar directamente en la boca del lobo, en las entrañas mismas de mis miedos, confrontarlas y trascenderlas mediante un acto creativo y transmutador, sentí que pude liberarme un poco de la tensión del momento y que es un privilegio no sólo abrazar tu sombra, reconocerla y aceptarla, sino bailar con ella y hasta disfrutarla, para que te ayude a vivir. Pienso que somos meras fluctuaciones mentales, que somos tan reales como lo son nuestros sueños, así como lo son nuestros reflejos en un espejo, y que como en aquella película de Alejandro Amenábar de 2001 Los otros, aquellos que creemos que son los intrusos, los fantasmas, los “otros”, somos nosotros mismos, y por eso, ahora más que nunca, es importante reconocernos en los demás. En una valla publicitaria de las calles de Madrid se lee: “Cuidándote me cuido a mí misma”. Esto ha sido cierto desde siempre, pero gracias al COVID, tenemos una nueva oportunidad de llevarlo como experiencia a un nuevo lugar de significados y valores.

Retrato de Suwon Lee por Giovanni Chiodi

Retrato de Suwon Lee por Giovanni Chiodi

Los programas del Instituto Cisneros se llevan a cabo en conjunto con Contemporary and Modern Art Perspectives (C-MAP), la iniciativa de investigación global del MoMA, que cuenta con el apoyo de The International Council of The Museum of Modern Art.