
Sobre el lado B de la modernidad: una entrevista con Iosu Aramburu
Visitamos al artista en Lima, Perú donde hablamos de su Altas del Modernismo Andino, una instalación expansiva, así como de otros proyectos recientes.
Iosu Aramburu, Elise Chagas
Jan 4, 2023
Las pinturas, instalaciones y colaboraciones de Iosu Aramburu se inspiran en la modernidad andina. Su variada práctica está marcada por una aguda conciencia histórica y un aprecio por el potencial generativo de los archivos incompletos y las historias menores. En 2021, Aramburu recibió una beca de investigación para artistas del Instituto Cisneros, que utilizó para desarrollar el Atlas del Modernismo Andino, un ambicioso proyecto que traza el curso del modernismo en los Andes, una región usualmente marginada en la historia del arte latinoamericano.
El taller de Aramburu en Lima se encuentra en un gran edificio de ladrillo blanco que sobresale en una cuadra llena de coloridas casas de poca altura. Recordando las superficies lisas y las líneas rectas de la arquitectura modernista, el edificio me pareció un lugar idóneo para el artista, cuya obra reciente lo ha sumergido en el arte del siglo XX. Nos reunimos allí para hablar del Atlas, la arqueología, la vanguardia peruana y la importancia de mantener un diálogo abierto con el pasado.
This interview is available in English.
Elise Chagas: Una parte de la obra que creaste con el apoyo del Instituto Cisneros está aquí, ocupando dos paredes de tu taller. ¿Podrías hablarnos de la creación de esta obra?
Iosu Aramburu: Cuando empecé el proyecto, conocía la historia del arte peruano, pero no muy a fondo la historia del arte del resto de la región andina. La idea detrás de hacer el Atlas era tratar de pensar juntos los procesos históricos de la región, que a veces han sido paralelos y a veces sí han estado conectados. No ha habido realmente muchas investigaciones que piensen en la historia regional como un solo proceso, normalmente son historias nacionales. Para el Atlas, lo que hice fue recolectar las imágenes usadas para narrar esas historias del arte nacionales y organizarlas para que se lean juntas. Cuando encontraba algún libro, fotografiaba o escaneaba todas las imágenes que aparecían en él, y así fui recopilando todas estas imágenes, luego las organicé de manera cronológica según cuándo habían sido producidas las obras. Acá en el taller he montado un pequeño fragmento que va desde 1930 a 1936.
![Vista de instalación del Atlas Subterráneo [1933 [1810 – 1983] 2020], Galería Livia Benavides, Lima, Junio, 2022](/d/assets/W1siZiIsIjIwMjMvMDEvMDMvNG4ybHc3YmtoXzMuX0luc3RhbGxhdGlvbl92aWV3X29mX1N1YnRlcnJhbmVhbl9BdGxhcy5qcGciXSxbInAiLCJjb252ZXJ0IiwiLXF1YWxpdHkgOTAgLXJlc2l6ZSA1Njh4NzEyXHUwMDNlIl1d/3.%20Installation%20view%20of%20Subterranean%20Atlas.jpg?sha=5dd652401c2c86cf)
Vista de instalación del Atlas Subterráneo [1933 [1810 – 1983] 2020], Galería Livia Benavides, Lima, Junio, 2022
El Atlas ha adoptado diferentes formas en distintos espacios de exposición. ¿Cómo interactúa la obra con su ubicación?
La pieza siempre se ve muy afectada por la arquitectura en la que está. Me interesa pensar en cómo se relaciona esta idea de la historia con un espacio físico concreto. Es muy distinto ver un pedacito o ver la pieza totalmente desplegada. Creo que la pieza agarra cuerpo cuando tiene una cierta dimensión. Así uno puede empezar a caminar por el tiempo y ver cómo se van transformando ciertas narrativas, ciertos intereses de los artistas y ciertas decisiones de quienes escogen las imágenes para publicarlas. El montaje más grande que he hecho fue en una muestra en 80m2 Livia Benavides, la galería que me representa en Lima. Ahí la línea cronológica de las obras iba desde 1810 hasta 1983 y eran unos 100 metros de pared. La galería tiene muchos cuartos pequeños que se desprenden de un corredor central. Entonces uno podía seguir la línea cronológica, y entrar y salir de los cuartos, o podía saltar de un lado al otro y tener un recorrido más aleatorio.

El taller de Iosu Aramburu, 2022
El título de la exposición en 80m2, Atlas subterráneo [1933[1810-1983]2020], implicaba la cualidad oculta o incluso soterrada de la obra. ¿Cuáles son las conexiones que ves con la arqueología en este proyecto?
Al preparar esta muestra, estaba haciendo dos investigaciones en paralelo. Por un lado, esta investigación más historiográfica sobre la modernidad, y por el otro estaba trabajando con ciertas imágenes que venían de archivos de los momentos en los que se forma la arqueología peruana. Empecé a ver paralelos muy claros entre estos dos proyectos. Realicé una serie de pinturas hechas a partir de imágenes que mostraban una conexión entre un mundo en la superficie y un pasado enterrado. En el montaje de la galería coloqué las pinturas por encima del nivel del Atlas, de manera que entrar al espacio significaba estar en este nivel subterráneo debajo de los cuadros. La gran pintura que está en el taller, arriba de este fragmento del Atlas, fue inspirada por una foto de una expedición de una mujer de la aristocracia alemana a Ancón, una necrópolis al sur de Lima que era un centro importante de excavaciones y saqueos en el siglo XIX. En fotografías como esta, así como también en grabados de esa época, se ve un paisaje árido que casi parece la superficie de la luna, con huesos y restos cerámicos esparcidos por la arena. Mucho más que lo prehispánico, me interesa cómo se había visto lo prehispánico desde la modernidad. Antes de la formación de una “arqueología científica” en los Andes, que surgió en las primeras décadas del siglo XX, había una idea del pasado que era como una sola cosa, una totalidad. Me interesa como la mirada moderna hace este trabajo de separar este pasado, o de tratar de reconocer estilos distintos en un pasado que al final tenía más de cinco mil años. Quizás no hay proyecto más moderno como tratar de clasificar el pasado y hacerlo legible.

Una mesa de trabajo en el taller de Aramburu, 2022

El taller de Aramburu, 2022
Hay fragmentos y ruinas en tu obra, pero también hay nuevos hombres, formas modulares—destellos de utopía en los proyectos desvanecidos del pasado. Además de estas ideas claramente modernas, tu trabajo a veces incorpora propias obras de arte moderno. En tus recontextualizaciones, las ideas que contenían estas obras más antiguas no se reaniman, sino que se animan de formas que quizá nunca fueron posibles en su propio momento.
Para mí siempre ha sido importante acercarme a la idea de modernidad más con preguntas abiertas y con disposición al diálogo que con una agenda crítica. En ese sentido siempre me interesa buscar una cierta potencialidad utópica en la obra de artistas anteriores. En 2018 hice una exposición en el Museo de la Universidad San Marcos que consistía en una pintura hecha en paneles colgados a la mitad de la sala con un zig zag que generaba nuevos espacios menores. En cada uno de estos espacios puse una obra de la colección del museo, haciendo una cronología circular de la vanguardia local. Había una pintura de Emilio Goyburu de los 20, una pintura de Julia Codesido de los 50, y un grabado del grupo E.P.S Huayco de los 80. El carácter fragmentario de este trabajo fue, por un lado, impulsado por la conveniencia (no tenía espacio para pintar o transportar una pintura de este tamaño) pero también por un interés desde hace tiempo en lo fragmentario y en lo modular. He hecho varias obras con elementos que no tienen un orden específico, que varían con cada montaje.

Obra en progreso en el taller de Aramburu, 2022.
¿Puedes hablarnos de este gran cuadro en curso en la pared junto al Atlas?
Esta es la tercera pintura que hago sobre el funeral de José Carlos Mariátegui, y esta es para una muestra que estoy preparando en el Museo José Carlos Mariátegui, que está ubicado en su antigua casa. Mariátegui fue un pensador socialista peruano de principios del siglo XX. A mí especialmente me interesa por cómo él tenía una idea de vanguardia que fue de alguna manera muy abierta y muy específica. En cierto momento una variedad de intelectuales, artistas, y políticos se aglutinaron a través de Mariátegui sin necesariamente tener una agenda política o plástica o experimental común. Después de la muerte de Mariátegui se fueron cada uno por su lado. Pero me interesa muchísimo este momento cuando alrededor de Mariátegui surgió un espacio de encuentro que permitía un nivel grande de heterogeneidad.

Retratos en progreso en el taller de Aramburu, 2022
¿De dónde viene la imagen que estás interpretando?
Es una fotografía del cortejo fúnebre en la que se ve esta masa de intelectuales y obreros acompañando el ataúd. La fotografía original es muy pequeña, pero estaba digitalizada en alta resolución por [el archivo José Carlos Mariátegui. Esto permite ver a cada uno de los personajes en un nivel de detalle que no podrías notar necesariamente en la fotografía original. El cortejo era una masa de personas, pero constituída por individualidades específicas, figuras históricas, pero también obreros y dolientes no conocidos. La pintura sigue la composición de la fotografía, pero cada uno de los personajes están pintados de manera bastante individual cada uno de los personajes de una manera abstracta o esquematizada.

Iosu Aramburu.Jueves 17 de abril de 1930, 2021

Iosu Aramburu.Cortejo fúnebre, 2019
¿Y cómo está vinculado con estos retratos pequeños?
Estas otras pinturas están hechas a partir de dibujos y un grabado que hicieron varios amigos artistas de Mariátegui después de su muerte en el hospital o en su casa como últimos retratos. Es raro que haya una persona que muere y que haya siete artistas retratándolo. Estas obras de elaboración rápida son de Carmen Saco, Camilo Blas, Julia Codesido, entre otros. Me interesaba tomar sus bocetos y terminarlos. Cuando trabajo a partir de una fotografía, de un dibujo, de una pintura de alguien más, pienso que estoy estableciendo un diálogo con ese artista que estuvo antes. Muchas veces siento que es como una partitura. Alguien empieza algo y yo simplemente estoy haciendo una variación sobre eso. Al final los artistas que más me interesan terminan siendo más del lado B de la modernidad. Son artistas que están haciendo obra que tiene que ver mucho más con el momento que están viviendo que de una carrera individual. En este sentido me interesan artistas que no son de la parte central de la modernidad global o de la modernidad local tampoco. Me interesan mucho las obras que tienen que ver con momentos menos iluminados, quizás, de la historia. Obras que pasan más en silencio.
Además de las conexiones a través del tiempo que tu obra establece con el arte y los artistas históricos, ¿qué lugar ocupa en tu práctica la colaboración en el presente?
Soy parte de Bisagra que es un colectivo de artistas y curadores. Tuvimos un espacio físico para programas, encuentros y exposiciones entre 2015-2018, ahora nos dedicamos a proyectos esporádicos más específicos. La Colección Cooperativa es el proyecto en el que estoy más concentrado ahora. Es una colección de propiedad colectiva. Somos 16 socies artistas e investigadores–ninguno con grandes rentas. Hemos conseguido muchas obras de artistas activos desde principios del siglo XX y de algunos artistas contemporáneos. Las coleccionamos, las preservamos, las digitalizamos y tratamos de ubicarlas en exposiciones. Es una colección que no está construida a partir de divisiones claras entre, por ejemplo, obra de arte y material de archivo, o categorías como artista indígena o arte popular, o entre artistas históricos y contemporáneos. El colectivo tiene una estructura horizontal de toma de decisiones y está establecido que cada año tiene que aumentar el número de socies. Tenemos la idea de que eventualmente el proyecto no sea un grupo de 16 amigos comprando obras, sino que realmente sea un proyecto colectivo grande y más diverso.
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