José Antonio Suárez Londoño. Detail from Untitled. 2005–07. Pencil and gouache on paper, 14 × 16 1/2" (35.6 × 41.9 cm). Gift of the artist in honor of the Latin American and Caribbean Fund

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What can an artist’s drawing practice teach us about life in lockdown? José Antonio Suárez Londoño has been developing a wide repertory of small-scale drawings and etchings, without leaving his home in Medellin, for almost four decades. Avoiding public life in order to achieve absolute focus comes naturally to him, as he considers social isolation integral to the fruition of his best work.

José Antonio Suárez Londoño. Page from Sketchbook: From January 1 to December 31, 2008. 2008

José Antonio Suárez Londoño. Page from Sketchbook: From January 1 to December 31, 2008. 2008

One recent evening, I called Londoño (who generally shies away from all telecommunications) to hear from him about the state of his practice and his ability to deal with confinement. He reminded me how he starts each day, ceremoniously, by reading a few pages from a book in the morning, then switching to drawing when he feels inspired to sketch. Often, he comes up with illustrations for his readings, and transcribes fragments of the literary passages.

Page from Sketchbook: From January 1 to December 31, 2008

Page from Sketchbook: From January 1 to December 31, 2008

For the last two decades, he has filled sketchbooks with daily drawings, each one bearing the inscription of its inception date, resulting in annual journals that run in tandem with the calendar year. The 2008 edition of this fascinating series, known as “The Yearbooks,” is in MoMA’s collection, along with a dozen examples of his pencil and ink drawings, and some 250 of his etchings. Several of the depictions and inscriptions in this sketchbook relate to Londoño’s readings of writers like Orhan Pamuk, Winfried Georg Sebald, and Jorge Luis Borges. Scattered throughout the pages are landscapes, anatomical studies, records of his mundane activities, and the account of an accident that left him with an injured leg and a sprained ankle. This recording of reality turns everyday life into an aesthetic experiment. Merging irony with poetry, the world’s wonders with its absurdities, Londoño’s “Yearbooks” are not just a visual autobiography, but an atlas of days experienced through drawing.

His preferred medium of sketchbooks—notoriously the most intimate and immediate support through which to access an artist’s creative thinking—has become an arena for experimentation, a repository of his visual imagination, and an alternative tool through which to measure the passing of time: every turn of the page punctuates what would otherwise feel like a never-ending repetition of days spent indoors. For an artist who has been “living and working in quarantine for 40 years now,” a daily drawing practice is more than a way to impart discipline on his approach to art-making; it is a reminder that every passing day is an occasion for reinventing the ways we see the world, and visualizing our place within it.

José Antonio Suárez Londoño: un dibujo al día

La virtuosidad de un artista y su particular afinidad por la práctica del dibujo pueden enseñarnos grandes lecciones acerca de la vida en confinamiento. José Antonio Suárez Londoño (nacido en Colombia en 1955) cuenta con un amplio repertorio de dibujos y grabados en pequeño formato que ha venido desarrollando durante las últimas cuatro décadas desde la comodidad de su hogar en Medellín. Evitando la vida pública, Suárez Londoño minimiza sus actividades de sociabilidad en pos de alcanzar una concentración absoluta para llevar a cabo su mejor trabajo. El aislamiento social es entonces, no sólo una condición natural para su vida diaria, sino también parte integral de su obra artística.

Recientemente, dialogué con el artista telefónicamente (uno de los pocos medios de telecomunicación a los que acepta predisponerse), y le pedí que me contara acerca de su obra actual, sus lecturas en épocas de pandemia, y su capacidad para sobrellevar el confinamiento. Oportunamente, me recordó que todos las mañanas comienza su día, a modo de ceremonia, leyendo algunas páginas de un libro hasta que la lectura lo inspira a trasladarse al dibujo. A menudo, se imagina ilustraciones que den cuerpo a sus lecturas y transcribe fragmentos de algunos pasajes literarios.

Page from Sketchbook: From January 1 to December 31, 2008

Page from Sketchbook: From January 1 to December 31, 2008

En los últimos veinte años, Londoño ha completado un cuaderno de dibujo a medida que transcurre el calendario anual. Cada uno de sus bocetos lleva la inscripción de su fecha de realización, de modo que una vez completado, cada cuaderno funciona como una especie de registro anual en base a entradas periódicas de dibujos. El ejemplar del 2008, de esta fascinante serie conocida como “Cuadernos anuales”, forma parte de la colección del MoMA, junto con una docena de sus dibujos a lápiz y tinta y más de 250 de sus aguafuertes. Varias de las representaciones e inscripciones en este cuaderno de bocetos se relacionan con las lecturas que Londoño hizo de Orhan Pamuk, Winfried Georg Sebald y Jorge Luis Borges, entre otros. Desparramados a lo largo de las páginas, encontramos paisajes, estudios anatómicos, registros de sus actividades mundanas y el relato de un accidente que lo dejó con una pierna lesionada y un tobillo torcido. Este registro de la realidad convierte a la vida cotidiana en un experimento estético. Fusionando la ironía con la poesía, las maravillas del mundo con sus absurdos, estos “Cuadernos anuales” de Londoño funcionan no sólo como una autobiografía visual, sino también como un atlas de días vivenciados a través del dibujo.

Los cuadernos de bocetos, este soporte predilecto, es también el medio más íntimo e inmediato a través del cual acceder al pensamiento creativo de un artista. Para Londoño, el cuaderno se ha convertido en una arena donde barajar la experimentación, un depósito de su imaginación visual, y una herramienta alternativa a través de la cual medir el paso del tiempo: cada vuelta de página marca el paso del tiempo, disputando la percepción del transcurso repetitivo de los días en confinamiento. Para un artista como Londoño, que ha estado “viviendo y trabajando en cuarentena durante 40 años”, la práctica del dibujo a diario es mucho más que una manera de disciplinar su labor artística: es, sobre todo, un recordatorio de que cada nuevo día representa una oportunidad para reinventar la forma en que vemos el mundo, y visualizar el lugar que en él ocupamos.