Abel Rodríguez. La montaña de centro. 2021. Tinta sobre papel, 27 1/2 × 39 1/3" (100 × 70 cm). Cortesía Instituto de Visión

Abel Rodríguez es un sabio del pueblo nonuya, ubicado en la selva amazónica. Es conocido como el “nombrador de plantas”, debido a su prodigiosa capacidad de recordar la diversidad de especies vegetales y animales de La Chorrera, su territorio natal. Tras varios años de vivir en Bogotá, la capital de Colombia, nos cuenta acerca de su relación con la selva mediada por la memoria, la palabra, y la imagen. El texto que sigue está basado en dos conversaciones con Abel Rodríguez realizadas en enero y abril del 2024.

Este artículo forma parte del proyecto de investigación del Instituto Cisneros Vinculando lo sagrado: corrientes espirituales en el arte latinoamericano y caribeño del siglo XX, 1920–1970, en el que artistas y expertos de América Latina y el Caribe exploran el arte moderno y contemporáneo vinculado a la espiritualidad, con especial atención a las tradiciones de la diáspora africana, indígenas, esotéricas, judías y católicas.

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Abel Rodríguez

Abel Rodríguez

Yo hablo adivinando y así pinto adivinando. Así como está la palma en mi mente, voy sacando las raíces, el tronco, la corteza, el cogollo, las ramas, los voy sacando en el aire y en el papel. Es un proceso de recordar, pero también de adivinar las palabras, porque es de allá que nacen cosas. Usted me pregunta, ¿en qué se parece pintar y sembrar? No se parecen. En la pintura usted no come, no produce, no crece, se vive mirando nomás la fruta y ya. La palabra, por el contrario, es la base de cómo se crea la chagra1 y se maneja el mundo.

Yo acá en la ciudad ya no cultivo la tierra. Sembraba la chagra en mi pueblo Araracuara en el Amazonas. Allá mi nombre era Mogahe Gihu, que en español significa “plumas de gavilán resplandeciente”. Cuando en 1959 hubo cedulación en la zona tuvimos que escoger un nombre y apellido completo en español, y a mí me pusieron “Rodríguez” por un patrón que tenía mi papá, pero yo no sé qué significa ese título. De niño era curioso, con mucha atención le aprendí al mamo2 sobre las plantas, los animales y las palabras, y así con el tiempo me llamaron el “nombrador de plantas”. Ese conocimiento no es biológico, sino que está conectado materialmente, espiritualmente y sentimentalmente con la selva, con su energía.

Extracto del documental El nombrador de plantas de Simón Hernández, 2023

Extracto del documental El nombrador de plantas de Simón Hernández, 2023

En un momento llegaron los “buenos muchachos” allá a la selva a acabar con la vida. Como ellos querían estar allá en el bosque, pensé, pues yo los reemplazo acá en la ciudad, y así me vine a Bogotá ya hace casi 30 años; es por eso que yo soy ya más cachaco3 que otra cosa. Esas moneditas con las que vine al poco tiempo se acabaron y por eso me acerqué a la oficina de Tropenbos4. Con ellos ya había trabajado antes mostrándoles la selva, y como ya sabían que yo era nombrador de plantas entonces me dijeron que tenía que inventarlas en el papel. Y así fue.

Yo antes había pintado muy poco, y cuando recién comencé me quedaba feo. Pero lo importante era ir con el pensamiento, con la mente, a la selva desde donde voy hablando y nombrando. De ahí anoto los colores, olores, dónde se ubican, qué animales las comen y cuándo le salen gusanos. Traducirlo no es fácil, hay muchos nombres que conozco en mi idioma pero no sé cómo voltearlos al español. Las pinturas me ayudan a traducir sin palabras, a comunicar mi mente y mostrar de una manera en que la gente entiende.

Si no entiendes mi idioma es difícil explicar cómo funciona la selva y el cultivo. La palabra toca todo y por eso al usarla los sabedores le dicen ‘manejo del mundo’, es una tecnología que se ubica sobre el globo que determina cómo funciona, cómo se mueve, cómo cambia. Hablar es andar por el mundo a través del pensamiento y la palabra. Cuando vivía en la reserva, antes de cultivar nos sentábamos a mambear5 y hablar de la siembra, de cómo crear la chagra y de cómo cultivar crea personas; porque la palabra viene desde el principio y sólo de ella puede venir el alimento. Luego ese terreno de bosque prestado, que es la chagra, vuelve a convertirse en bosque y a crecer más fuerte. No son bobadas, todo hace parte de esa narración desde la que empezó el mundo. Esas narraciones también tienen sus formas, sus reglas, que hacen que el alimento no falte, que la comida cure y lo bueno se devuelva. Ese es un conocimiento que se tiene antes de nacer, que no sólo me lo heredaron sino que viene del origen mismo.

Esa narración es la que yo sigo cuando saco las plantas al aire y en el papel. Si bien ya no produce frutos, sí me produce sustento. Con lo que pinto logro vivir bien, como tranquilo, me río y juego. Con eso también paseo con mi familia, en las diferentes exposiciones en las que estoy. Me dicen artista pero no sé de qué, nosotros no tenemos ese concepto. Nosotros en mi lengua hablamos de conocimiento, trabajo, inteligencia o artesanía, que es lo que está detrás de las imágenes, ¿pero arte? No.

Abel Rodríguez. Las plantas cultivadas en la chagra. 2021

Abel Rodríguez. Las plantas cultivadas en la chagra. 2021

Abel Rodríguez. Las matas que se ciembra en la chagra son tuverculos. 2017

Abel Rodríguez. Las matas que se ciembra en la chagra son tuverculos. 2017

Rehacer las plantas en mis dibujos me recuerda al cambio de las generaciones, a tener un hijo. A nuestros pensamientos los llamamos hijos. Son hijos espirituales que siempre están presentes. Uno intenta sacar esa figura o cosechar lo mismo que estaba antes, pero eso ya no va a ser igual. Todo va cambiando cada día, tanto la hojarasca como las raíces van aumentando y así su forma en vida se transforma cada vez más. Así usted quiera sacar el dibujo bien como es nunca le va a salir igual, de alguna manera tiene que cambiar, igual que los hijos, que vienen de uno pero ya no son igual que uno.

La comida y las plantas de la ciudad no se parecen a las de la selva, no son lo mismo, pero pueden alimentar. Si el abono es copiado y tiene químico le va a hacer mal. Por más que se intente, las cosas no se pueden copiar. Si uno copia las cosas, sea las plantas o los dibujos, pues le van a salir peor. Pero si se intenta tener respeto y se deja crecer el cambio de las cosas pues le va a salir bien.

Y bueno, esas son las cosas que yo aprendí, así las entendí y así las conté. Yo, de mi parte, soy siempre la misma figura, con esta voz y con esta palabra, así como traduzco las cosas, las muestro: lo bueno y lo malo, lo peligroso y lo difícil. Al divulgar todo ante el mundo se va perdiendo la energía física, así que es bueno también guardar cosas en la mente, hacer seguimiento a ese conocimiento y vivir una vida sana.

Compilado por Juaniko Moreno

  1. La chagra es el sistema de cultivo usado por varias culturas en la selva amazónica. La plantación se da en claros de bosque por un periodo de dos años, tras los cuales se permite un nuevo crecimiento de la selva.

  2. Término usado para sabio, curador o líder espiritual de varias culturas indígenas de Latinoamérica.

  3. Persona de Bogotá o la región andina colombiana.

  4. La Fundación Tropenbos Colombia es una ONG que busca documentar, fortalecer y divulgar los conocimientos tradicionales, diversidad cultural y biodiversidad del país. Para más información visitar http://tropenboscol.org/

  5. Acto de masticar polvo de coca, usado para aumentar la claridad mental.