Latidos del sagrado corazón: un recorrido sonoro y visual
Descubre obras de arte que hablan de lo personal, lo político y lo sagrado con el corazón en llamas.
Monica Espinel
Apr 4, 2024
Este artículo forma parte del proyecto de investigación del Instituto Cisneros Vinculando lo sagrado: corrientes espirituales en el arte latinoamericano y caribeño del siglo XX, 1920–1970, en el que artistas y expertos de América Latina y el Caribe exploran el arte moderno y contemporáneo vinculado a la espiritualidad, con especial atención a las tradiciones de la diáspora africana, indígenas, esotéricas, judías y católicas. En esta oportunidad, Mónica Espinel, historiadora del arte y actual becaria de investigación del Instituto Cisneros, propone un recorrido que explora el símbolo del Sagrado Corazón a través de obras de arte y musicales de distintos formatos, regiones y culturas.
La película Past Lives de Celine Song me recordó la belleza de los retornos. Es algo en lo que también pienso con frecuencia como historiadora del arte fascinada por la idea de Aby Warburg de “la imagen superviviente”: cómo los las imágenes se repiten a lo largo del tiempo y atraviesan fronteras culturales. También me llama la atención el modo en que algunas obras de arte habitan en mí a través de su recuerdo, y regresan una y otra vez. Una de esas obras es la instalación Coração (2013), de Vanderlei Lopes. Nunca antes había visto una obra de arte en llamas. El efecto fue sorprendente. Una década después de haberla visto por primera vez, los sentimientos que despertó en mí, aún siguen vivos. Tanto, que hace poco, mientras deambulaba por las galerías del MoMA en silencio, vi otras obras que despertaron emociones parecidas. Como afirma la poeta Diane Wakoski, “las apariciones nunca son sucesos singulares”.1
Vanderlei Lopes. Coração. 2013
La instalación de Lopes está compuesta por un cuadro y dos corazones idénticos de bronce, de tamaño natural, que emiten llamas y cuelgan suspendidos a la altura de los ojos. Lopes, atraído por la alquimia, los fenómenos naturales y la transformación de la materia, se inspiró en el uso que hace del fuego el emblema católico del Sagrado Corazón, símbolo de la fe religiosa y el amor incondicional. Al desestimar elementos más tradicionales, como la santa cruz y la corona de espinas, logró que su fuente de inspiración se mantuviera en el umbral de lo reconocible. La “aparición” de Lopes cautiva al espectador por el ancestral atractivo del fuego, que produce un silbido mientras que el calor que emana lo envuelve. Las llamas de cada corazón están separadas por un intervalo mínimo que resplandece con el aura del deseo. A pesar de que el fuego palpita y de que los corazones están muy cerca, no se pueden tocar entre sí. Frente a Coração sentí una fuerte conexión espiritual, pero la emoción que más se asemeja a lo que viví, es similar al anhelo que deja la tensión generada por una pasión frustrada entre amantes prohibidos. Al duplicar y descorporizar los corazones, Lopes consiguió crear un terreno sagrado y sensual que valientemente se desvía de las limitaciones impuestas al amor a lo largo de la historia del catolicismo. Recuerda a la obra de Felix Gonzalez-Torres, quien colocaba pares de relojes de pared, sillas, anillos y bombillos como sustitutos de los amantes y, a través de la simetría, aludía al amor homosexual. La transmutación que hizo Lopes de los sagrados corazones de Cristo y María en los corazones de dos amantes redefine el símbolo y desdibuja la línea que separa el simbolismo religioso del deseo.
Vanderlei Lopes. Coração. 2013
“En el corazón del vacío, así como en el corazón del hombre, arde el fuego”.
Yves Klein
Yves Klein. Sin título (pintura color fuego). 1962
Yves Klein. Sin título (pintura color fuego). 1962
La crudeza de la obra Sin título (pintura color fuego) de Yves Klein transmite malestar. Pintada en 1962, el año de su temprana muerte a los 34 años, forma parte de una serie realizada gracias a su inédita colaboración con la compañía nacional de gas de Francia, que le permitió plasmar visualmente el poder del fuego al poder controlar el proceso de combustión. Klein le daba forma a los diseños de humo quemando la superficie con un lanzallamas. El carácter físico del ritual necesario para realizar esta obra encarnaba los conceptos, las acciones y gestos que para Klein pertenecían al inmaterial dominio del espíritu. Así, transmitía la idea de que el fuego es el elemento que cambia el estado físico de los materiales, de sólido a líquido y a gas, siendo así una metáfora ideal del paso de lo material a lo espiritual y del ciclo de la vida y la muerte. Su objetivo era “registrar los rastros del fuego, que ha engendrado esta misma civilización. Y esto porque el vacío ha sido siempre mi preocupación constante; y creo que el fuego arde en el corazón del vacío, así como en el corazón del hombre”.2 Estos registros materiales demuestran que es imposible representar la espiritualidad y que es mejor evocarla. La inclusión del asbesto en la superficie se suma a los campos ominosos de azul, dorado y rojo, cuyas vertiginosas gotas nos sumergen en una espiritualidad maníaca que parece implosionar. Tiene forma de útero, de cueva.
An-My Lê. đô-mi-nô. 2021
En la retrospectiva de An-My Lê me detuve ante đô-mi-nô, una instalación compuesta por réplicas a gran escala de encendedores Zippo que usaron los soldados durante la guerra de Vietnam. Aquí el fuego reaparece oblicuamente como esa luz que chispeaba en la pausa para fumar o como la fuerza destructiva que se usaba para incendiar pueblos enteros. Al poner en primer plano los Zippos grabados con datos personales, iconografía subjetiva o mensajes cargados de ironía, miedo, amor, impotencia y esperanza, Lê nos invita a reflexionar sobre el modo en que la memoria se condensa en objetos cotidianos. La individualidad del soldado aflora en la superficie con una claridad angustiante, removiendo así el barniz que durante décadas ha ocultado las inquietantes secuelas psíquicas de la guerra bajo un manto colectivo.
Uno de los Zippos lleva grabado el nombre Butch, dos corazones y una cruz. Quizá esto le ayudaba a sentirse más cerca de un ser querido o reafirmaba su fe católica. El gesto de llevar la insignia del Sagrado Corazón en épocas de guerra se remonta a la Revolución Francesa, cuando el ejército contrarrevolucionario la portaba como protección espiritual y defensa simbólica contra los ataques enemigos— la expresión de abnegación de un soldado que le hace eco al sacrificio de Cristo en la cruz.
Imagen de la instalación de la exposición An-My Lê: Between Two Rivers/Giữa hai giòng sông/Entre deux Rivières
Huguette Caland. Visages. 1979
Huguette Caland. Visages. 1979
Visages, de Huguette Caland, está bañada en luz. La obra es parte de una serie que comenzó en 1970 llamada Bribes de corps o “Fragmentos de cuerpo”. Al observarla cuidadosamente, la pintura que en un principio parece abstracta, revela dos corazones que se tocan e irradian una única llama. Un tenue fulgor rojo se derrama sobre los campos de miel que envuelven la llama. En la parte superior, una orgiástica combinación de energía, rubores y ondas de color escarlata pulsa con rítmica multiplicidad, imitando el movimiento de las llamas. El peripatético corazón de Caland la llevó de Beirut a París, a California y de regreso a Beirut. Su fascinación por el cuerpo y la interconexión humana es evidente en los corazones al borde de la fusión en esta pintura cálida, sensual. El vínculo entre la pasión por lo divino y la sexualidad sublimada no es nuevo. Cinco siglos atrás, los textos de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz ya hablaban sobre un éxtasis místico y el desliz entre lo espiritual y lo sensual.
Yeguas del Apocalipsis. Las dos Fridas. 1989
Tras la inefable alegría que sentí frente a Visages de Caland, vi el tableau vivant del autorretrato doble de Frida Kahlo, Las dos Fridas, realizado por Las Yeguas del Apocalipsis en 1989. Pedro Lemebel y Francisco Casas formaron Las Yeguas del Apocalipsis, un colectivo radical que estuvo activo entre los años 1987 y 1993, que redefinió el compromiso artístico por la vía de la micropolítica de la identidad y la disidencia. Por medio de su innovador uso de la escritura, sus estrategias políticas e intervenciones, las Yeguas sacudieron el status quo de la sociedad chilena al poner en primer plano sus cuerpos queer marginalizados y vulnerables. A diferencia de Kahlo, que en su cuadro exploró el desamor y el yo dividido, Las Yeguas utilizaron la sangre como metáfora de unión, y simultáneamente aludieron al temor de contagio que acechaba la imaginación de todos durante la crisis del SIDA. La fotografía escenificada muestra a Lemebel y Casas conectados entre sí por una sonda de transfusión sanguínea, mientras Lemebel sostiene un preservativo. Estos detalles anclan ese “convertirse en Frida”3 de las Yeguas a su momento histórico, la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973–90), una época de extrema homofobia en la que reivindicar una identidad abiertamente queer y luchar contra la estigmatización del VIH/SIDA era sumamente riesgoso.
La fotografía me recordó a una canción de mi juventud: “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, de Fito Páez (1985). Tanto la canción como la imagen —ambas creadas en momentos de incalculables pérdidas— hablan de resiliencia y valentía. Las Yeguas celebran su conexión y voluntad política compartiéndola con el mundo, contagiando a los espectadores con su audacia y el orgullo que sienten por sus cuerpos disidentes. “Ver el caos del sufrimiento convertido en algo bello es una de las principales razones por las que recurrimos al arte”, escribe Sigrid Núñez.4 La intensa mirada de Las Yeguas le da la razón.
La instalación de Lopes, Coração, me ha enseñado que, al igual que sucede con la música, una obra de arte sólo se revela al espectador con el paso del tiempo.
Las Yeguas del Apocalipsis, Pedro Mardones Lemebel y Francisco Casas Silva. Las dos Fridas. 1989
Lista de reproducción en Spotify: Latidos del Sagrado Corazón
Puedes escuchar una lista de reproducción inspirada en estas obras. Se trata de una colección de canciones, relatos épicos del corazón cargados de añoranza, desenfreno, subidos de tono o melancólicos, con pulsos y ritmos pegadizos que conjuran la poética del fuego, la unión, las apariciones, el deseo frustrado y la compleja historia entre la espiritualidad y la sexualidad.
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Título de la contribución de Wakoski a la pieza de John Giorno Dial-A-Poem, 1968/2012.
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Yves Klein, Chelsea Hotel Manifesto, Nueva York, 1961. Versión en español: revista Minerva 13, Círculo de Bellas Artes (Madrid, febrero de 2010), trad. Ana Useros. https://www.circulobellasartes.com/mediateca/manifiesto-hotel-chelsea/.
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“Las Yeguas del Apocalipsis. Las dos Fridas. 1989.”, lista de reproducción de audio, consultada el 4 de febrero de 2024.
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Sigrid Nunez, “Waiting in the Snow for a Phone Call, Mixing Memory and Desire”, The New York Times, 9 de enero de 2024.
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